Entrevista a Alonso Cueto
Una mujer de cuarenta años, de la clase alta de Lima, con una casa en el elitista balneario Asia, inicia una relación sentimental con un joven modesto, nacido en el Cusco y que vive en Los Olivos. Así se desarrolla la trama de Cuerpos secretos (Planeta, 2012), la nueva novela del escritor peruano Alonso Cueto, en la que se plantea una gran interrogante: ¿es posible el amor a pesar de las diferencias de clases y de edades? En la comodidad de su casa, Alonso reflexiona sobre el proceso de escritura de su reciente libro.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
–¿Cómo se origina Cuerpos secretos?
La idea de la novela es muy antigua. Siempre quise escribir esa historia. Un escritor siempre se pregunta “qué sucedería si pasa esto”. Y yo me preguntaba qué sucedería si se enamora una mujer de cuarenta años, de clase alta, de un joven de una clase emergente. Y, bueno, creo que esta es una típica historia de estos tiempos. Algo que no sucedía antes, una convivencia en los espacios públicos de gente de distintas clases sociales. En los espacios públicos ahora conviven personas que antes estaban mucho más separadas por barreras, fronteras. Entonces, al margen de que estas es una historia que tiene un modelo en la vida real, me parecía interesante ver qué podía pasar narrativamente. Cuando escribía la historia, iba avanzando, explorando y descubriendo yo mismo qué pasaba con mis personajes. No tenía ningún itinerario programado para ellos, ni sabía cómo iba a acabar la historia. Así escribo yo: tengo idea de cómo empezar, las dos o tres cosas que pasan al comienzo, pero siempre voy improvisando sobre la marcha.
–Lo interesante es que conforme uno avanza la lectura van apareciendo revelaciones inesperadas…
Sí, exactamente. Cuando la escribía yo mismo me sorprendía de que se me ocurriera algo inesperado, algo no programado. Allí está, digamos, el escribir como una exploración, porque uno mismo se va sorprendiendo de lo que va ocurriendo con tus personajes. Conforme avanzas vas descubriendo nuevas posibilidades.
–Es una historia de amor a pesar de las diferencias: de clase, de edad…
Claro, ella es una persona de una familia de la clase alta que se encuentra en su casa en Asia con el profesor de matemáticas de los hijos de su vecina. Y, bueno, allí se da la conversación. Lo que era muy importante para mí era establecer la atracción entre ellos desde el inicio. Digamos, que esa atracción iba a darse a pesar de las diferencias sociales. Por ejemplo, en esa primera conversación uno de los temas que más me plantee fue si él debía llamarla de tú o de usted. Para ver si desde los diálogos se establecía o no una barrera. Ya los que lean la novela sabrán cómo resolví ese tema. Pero era crucial ese primer viaje que tienen en el auto para ver si surge esa atracción que de alguna manera trasciende las fronteras entre ellos. Ahora, hay que tener en cuenta que ella está en un matrimonio muy inestable y que él está, a lo mejor, urgido por otras preocupaciones. La pregunta era si el amor entre ellos podía darse, si el amor está por encima de las diferencias sociales y si en el Perú de hoy eso es posible. Y la novela no da una respuesta, lo que hace es sembrar preguntas; y creo que la literatura es lo que debe hacer: no debe dar respuestas, lecciones, conclusiones; eso que lo den los sociólogos, los psicólogos.
–Ahora que mencionas esa escena, algo que me pareció significativo, en relación a lo que dices, es cuando él le da a ella una botella de refresco de fruta…
Eres un buen lector, Carlos, porque para mí eso fue crucial: allí él cruza una frontera invisible entre los dos. Hay pequeños detalles en las relaciones entre las personas que funcionan como señales claras para establecer una relación. Ella acepta y toma de la botella. Y en general eso pasa con las personas.
–Las relaciones sentimentales siempre te han interesado…
Siempre me ha interesado el tema del amor, las historias de amor. Recuerdo uno de los poemas que más me deslumbraba de joven, una frase que una niña le pregunta a su madre en algún lugar de Sevilla o Granada, cuando ve al hombre del que está enamorada llegando a su casa. Ella le dice: “Qué haré madre mía. Mi amado está a la puerta”. Esos dos versos son de una inocencia, de una fuerza tan grande que quedé impresionado porque mezcla la emoción, la alegría del amor, con el miedo del amor. El amor siempre ha tenido esta doble cualidad: por un lado el gozo y, por otro lado, el miedo. Porque uno entrega su bienestar a otra persona y eso da bastante miedo. Yo creo que quien entendió mejor eso, de todos los artistas contemporáneos, es Alfred Hitchcock, porque las películas que hizo son historias de amor que también son historias de terror.
–Otro aspecto interesante es que a pesar de que ambos personajes (Lourdes y Renzo) vienen de dos clases sociales diferentes, ninguno de ellos es representativo de sus clases; por el contrario, son singulares dentro de sus respectivos ambientes, digamos.
Eso me interesaba mucho, que no sean personajes prototipos sino que fueran singulares. Es decir, que no sea la historia de una mujer de la clase alta y un joven de clase modesta, sino esta mujer y este joven. Y que en cierto modo fueran seres excepcionales dentro de sus mundos, y que tuvieran unas características particulares. Yo pienso mucho en cada personaje: hago retratos de cada uno, me imagino a qué hora se levantan, qué toman de desayuno, qué ropa se ponen, qué música escuchan, no porque lo vaya a poner en la novela sino porque lo necesito como parte de mi percepción de la realidad de mis personajes. Busco en revistas fotos que se les puedan parecer y las cuelgo en mi estudio. Todo eso es parte de construir un personaje. Es lo más difícil: lograr que los personajes piensen y actúen por su propia cuenta sin que nadie piense que alguien lo hace por ellos.
–Me llamó mucho la atención el personaje de Milos, un personaje muy complejo que vive enamorado de Lourdes y que tendrá luego gran relevancia en la trama.
Sí, el personaje de Milos era al comienzo un tipo completamente cínico, sin ninguna convicción. Poco a poco fue adquiriendo, digamos, una cierta dignidad. Fue ganando, además, importancia. Está basado en mucha gente que he conocido. Hay mucha gente así en la clase alta. Y está también la idea de que el amor nunca está compuesto sólo de dádivas, entregas y beneficios, sino también de traiciones y engaños. Eso también es parte del amor.
–Algo que he advertido en tus últimas novelas es la exploración de personajes femeninos.
Bueno, lo que pasa es que a mí me interesa mucho la exploración de los personajes femeninos. En general las mujeres viven más a fondo su vida interior, viven más a fondo sus relaciones. Los hombres creo que estamos más encerrados, más aislados. Eso es algo que me venía interesando desde El susurro de la mujer ballena. Me llamaba la atención de cómo una mujer de la clase alta como ella pudiera sentirse sometida, de cierto modo, a un joven de la clase baja. Cómo en el amor se pueden invertir los papeles sociales.
–Otro tema recurrente, aunque aquí esté tratado, quizás, en menor medida que en otras novelas tuyas, son las relaciones familiares.
Claro. Por ejemplo, la figura de Gerardo, que es un personaje secreto de la familia. Todas las familias tienen una caja de Pandora, un baúl con las cosas que no se quieren revelar de la familia. Pero tarde o temprano ese baúl alguien lo abre. Pero digamos, que las familias son, en cierto modo, pactos para que el resto de la sociedad no se entere de lo que hay allí. Sólo quieren mostrar su mejor cara, como cuando hay matrimonios y salen en las páginas sociales y todos se ven felices. Evidentemente, aquí el personaje de Lourdes tiene una familia quebrada: su relación con el marido es mala, su madre está enferma, su hija vive fuera. Y en este mundo sin familia le quedan algunas amigas, y ella se aferra a esa compañía y presencia de Renzo.
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Alonso Cueto lee un fragmento de Cuerpos secretos.
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Cuerpos secretos se puede encontrar en las principales librerías: Crisol, Ibero, La Familia, El Virrey, Sur.