Jack Martínez estuvo de paso por Lima para presentar su segunda novela: Sustitución (Emecé, 2017). Luego de su ópera prima Bajo la sombra, Martínez reaparece con una novela que marca, sin duda, un paso hacia adelante. Y es justamente sobre esta novela, que gira en torno a la memoria, al sacrificio y un pasado que nos persigue, sobre la que conversamos en este interesante diálogo. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–¿Hubo una idea o una imagen que haya sido el disparador de tu nueva novela Sustitución?

–Sí, por lo menos tres. Una, tal vez la primera, fue la imagen de un niño en silla de ruedas. La vi en un documental que narra el riesgoso paso de inmigrantes ilegales centroamericanos a través de México (para llegar después a los Estados Unidos). Ese muchacho cuenta que estaba yendo sobre el techo de un tren junto a otros ilegales cuando las pandillas que controlan esos territorios le pidieron dinero a cambio de dejarlo en paz. Al no tener nada que ofrecer, el niño fue arrojado del tren en movimiento. Sobrevivió de milagro, pero perdió ambas piernas.

–Me llamó la atención cómo estructuraste Bajo la sombra. Y me llama más la atención cómo hilvanas esta segunda novela. ¿En qué momento defines la estructura?

–Me propongo que la historia sufra varios giros desde el inicio mismo del proceso de escritura. Entonces los personajes que parecen configurarse como los protagonistas pasan –por momentos– a un segundo plano, dejando paso a otras historias y otros personajes; y más adelante vuelven a adquirir protagonismo. En ese sentido, pongo mucha atención en que esta dinámica de constantes saltos entre personajes e historias tenga siempre una justificación y, sobre todo, sea asumida naturalmente por el lector.

–En Sustitución reaparece el tema del padre, presenta en tu primera novela Bajo la sombra. ¿Fue algo premeditado o surgió inconscientemente?

–Aparece la figura paterna pero me parece que leerla así, como una “novela del padre”, es muy fácil. Lo premeditado, en ese sentido, y para responderte, fue explorar temas que surgen de lo íntimo pero se extrapolan hacia un contexto más amplio como, por ejemplo: los cuestionamientos al patriotismo, la nacionalidad, el sistema económico reproductor de pobreza, el engañoso discurso del surgimiento social, las mentiras empleadas para construir relaciones afectivas, las mentiras o la ficción como modos de construir personalidades, el mundo de las ciencias sociales frente a los problemas reales que explotan en la sociedad, etcétera.  

–Otro tema interesante en la novela, relacionado al padre del personaje que narra la historia, me parece que ver con la noción de patria. El personaje pelea una guerra en nombre de un país ajeno que por ello le otorga beneficios y se va de su país, al que no regresa, porque de él no recibe nada.

–Exacto, en la misma línea de mi respuesta anterior, la figura del protagonista, para el caso de la lectura que propones, está relacionada también al cuestionamiento de la noción de patria. Y para seguir con las imágenes que originaron de alguna forma este libro, recuerdo un reportaje sobre ex combatientes del conflicto entre el Perú y Ecuador. Recuerdo haber visto en ese entonces a muchos de ellos con muletas o sillas de rueda y reclamando una mejora en sus pensiones: recibían menos de trescientos soles mensuales. Cosas así nos hacen repensar si en verdad vale la pena enrolarse en las fuerzas armadas nacionales y arriesgar la vida a cambio de nada, o, peor, a cambio de la indiferencia de tu propio país. Teniendo esto en cuenta, quise construir un personaje que pusiera en tensión esa problemática y sirviera a la armada de otra nación.

–La Oroya es un tema crucial en esta novela. Y no puedo dejar de pensar en el hecho biográfico que tú naces allá. ¿Cómo terminas escribiendo una novela sobre La Oroya?

–La Oroya es una ciudad tan rara que yo siempre me había preguntado por sus orígenes. De niño, preguntaba a mis familiares, luego, ya en Lima, en la universidad, comencé a leer textos de ciencias sociales que de una u otra forma se referían a esa historia: una ciudad creada a partir y alrededor de una fundición de metales. Yo, hasta los once años, desde mi ventana, veía cómo al otro lado del río, cada ocho horas, la mayoría de hombres de la ciudad (incluidos mi padre, tíos y primos), entraba en masa a la compañía. Esa imagen de movilización en serie que todos hemos imaginado al oír Another Brick in the Wall de Pink Floyd o visto en películas como Tiempos Modernos o Metrópolis; esa imagen la tenía yo a través de mi ventana y, pues, definitivamente, ha marcado mi forma de ver el mundo.

–Sin ánimo de contar demasiado de la trama, otro tema que parece interesante es la del sacrificio. Un sacrificio que no sólo es el de la pérdida de la pierna del padre en la guerra. Y también la idea de que el pasado tarde o temprano nos alcanza.

–De acuerdo, y en este libro el sacrificio aparece de diversas formas, como señalas. Pero al mismo tiempo me ha interesado cuestionar, justamente, la naturaleza misma del acto sacrificial. Es decir, se suele pensar en el sacrificio (cualquier sacrificio) como en un acto de amor a favor del ‘otro’, pero me pregunto qué sucede si ese acto termina perjudicando, justamente, a ese otro; o qué sucede si ese acto resulta finalmente inútil. Si, como dices, el pasado tarde o temprano tiene injerencia sobre nosotros, eso quiere decir que el sacrificio (que debiera marcar un nuevo comienzo), siempre fracasa o, por lo menos, no logra su propósito a cabalidad.

foto: cms.