Entrevista a Juan Carlos Fisher
Las casualidades no existen. Juan Carlos Fisher lo tiene muy claro. Es por ello que cuando dos amigas suyas le obsequiaron por separado el texto de Los últimos días de Judas Iscariote (de Stephen Aldy Giurgis), añadiendo, casi como una sentencia, que era “un texto perfecto” para él, supo que no existía otro camino posible: debía ponerla en escena. Cómodamente instalados en las butacas del teatro (La Plaza ISIL), minutos previos a una nueva función, Juan Carlos me cuenta detalles del montaje de esta obra que nos propone más de un cuestionamiento sobre un personaje tan estigmatizado como Judas.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
¿Qué te sedujo de Los últimos días de Judas Iscariote?
Yo me conecté mucho con el personaje de Judas, con la idea del infierno personal, del no perdonarse: cosas que me conmovieron muchísimo. Entonces, ha estado allí, como debajo de mi mesa de noche, esperando que sea el momento. Hicimos una lectura de nuestra traducción en el 2008, en la época en la que estábamos en plena temporada de En casa/ en Kabul. Desde ahí Chela me dijo: esta obra hay que presentarlo en el teatro; hay que buscar el momento preciso. Y ese momento iba a ser cuando se hizo Agosto; pero sentíamos que Agosto se tenía que hacer en ese momento, porque era una obra que se estaba haciendo en el mundo. Y pasamos esta para Febrero.
Se trata de una compleja y que plantea un tema controversial.
Sí, pero la obra es mucho más católica de lo que la gente piensa en un inicio. No es una obra que se tira en contra del cristianismo, sino que propone y suelta ideas que sí pueden sorprender pero que no están creadas para ofender. Y lo interesante es que el público más religioso es el público más apasionado con la obra, porque ven las cosas de otro ángulo, y les gusta que existan textos rigurosos en términos de investigación histórica, que es lo que tiene la obra.
Además de una buena dosis de humor negro…
El autor es tan inteligente que empieza tratándolo casi con humor. Tienes al personaje en esta camilla de hospital y Santa Mónica se burla de él. Y de allí, nos conmueve su humanidad. Y al inicio de la obra lo primera que piensas es: Judas tenía una mamá, una madre que sufrió todo esto y que le reclama al cielo que su hijo no esté en el infierno. Entonces, es una obra potente. Y sí, compleja como dices, pues es quizás lo más arriesgado que he hecho desde hace un montón de tiempo. No es una obra que cuenta una historia progresiva, sino es un juicio que tiene posturas: la judía, la cristiana, la revolucionaria, la psicoanalítica. Y al final te plantea la existencia de Dios con Satán. Y a la vez tiene, para mí, un humor muy inteligente, sin ser pretencioso. Un humor que sorprendentemente engancha con la gente muchísimo. Es una obra extraña, que a mí me divierte y me conmueve; es una experiencia, como siempre hemos hablado, que cuestione, que te conmueva, que te haga reír, pero que no te deje indiferente. Y lo más lindo que me han dicho es: “Oye, sigo con la obra en la cabeza por varios días”.
¿Cómo te planteaste la puesta en escena?
Algunas cosas por ideas que tenía desde el principio. Y otras, por necesidad, porque la obra necesita originalmente como 18 actores. Y eso es imposible. Por necesidad tuvimos que reducir. Y yo desde hace un tiempo tengo el bichito de hacer cine. Entonces se nos ocurrió esta idea de los pseudo testigos, vecinos. Y desarrollamos la idea de que el purgatorio no era, como han hecho algunos montajes, sino como un sitio que huele mal, como una ciudad, como una metrópolis. Y al armar la ciudad se nos ocurrió que los testigos estuviesen en las ventanas: así decidimos armar videos. Son muy sencillos, pero por primera vez he dirigido actores en cámara, que es otra cosa. Y siempre quise que fuera algo interactivo, en el sentido de los martillazos, golpes de sonido, frecuencias, cosas modernas que las obras más naturalistas que he hecho no me lo permitían.
DATO
La obra se presenta de jueves a lunes, a las 8:00 pm, en el teatro La Plaza ISIL (Larcomar, Miraflores). Entradas en Teleticket de Wong y Metro y en la bolotería del teatro.