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Poeta peruana Andrea Cabel en la FIL-2011 (Foto:CMS).

Entrevista a Andrea Cabel

Publicado: 2011-07-26

Andrea Cabel dio evidentes muestras de sus cualidades poéticas desde su primer libro Las falsas actitudes del agua –con el que obtuvo, además, el Premio Esquina de Papel (auspiciado por la Embajada de España) –. No sorprende por ello la calidad de su más reciente entrega: Latitud de fuego (Borrador editores, 2011).

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Cómo se origina Latitud de fuego?

El poemario se origina como se comienza a hacer una artesanía en macramé: eligiendo con intuición y cuidado el material (hilos encerados, que por la cera que contienen en su totalidad, tienen una relación interesante con el fuego) para luego mezclar sus colores, apuntando a un diseño muchas veces simétrico, muchas veces atolondrado, pero en todas las veces, siempre, buscando la belleza, la combinación encerada que se sostiene en ella misma y que sin embargo, necesita de lo que está afuera para mostrarse. Por otro lado, menciono el trabajo en macramé por el hecho de que involucra el arte de hacer nudos y porque la vinculación entre las palabras en mi caso, funcionan de modo semejante, este arte, ahora muy común es en realidad muy antiguo (el macramé, el arte de hacer nudos) y hay más de cincuenta tipos de nudos para crear tejidos, y qué es un texto sino un tejido. Así es una artesanía, hermosa en sí misma, construida con trabajo y una lúdica obsesión por el rigor, por la prolijidad en el trabajo, pero este producto se queda solo si no tiene un cuerpo que lo use, que lo luzca, que lo haga parte de su viaje, que es estar vivo. Construí el libro con todos los colores con los que me nutrieron los viajes, las experiencias y las personas que conocí en la ruta. En todas las rutas que me dejaron, finalmente, en el mismo lugar: unos ojos intensos muy silenciosos que hicieron de mi formalidad y de mi academicismo…una sensación de vértigo. Mi libro se originó también como una forma de agradecer el calor que por fin, sin querer admitir, tanto necesitaba. El calor de tener la familia que uno elige: los amigos. Por ellos, pude darme el lujo de saltar al vacío y disfrutar el inmenso segundo que dura la caída para caer en una red capaz de darme las herramientas para escribir de nuevo. Para escribir, y hacer públicas tus palabras, que muestran tu vulnerabilidad, tu sensibilidad, hay que ser un poco valiente creo, hay cierto mérito en hacer un poemario valiéndote de tus afectos y experiencias, relacionándolo con lecturas, con propias conclusiones, con un gran collage de intentos y retos. Uno asume sus riesgos, al exponerse diciendo algo más que palabras. Ya más fríamente, este libro se originó en Lima, en diciembre del año pasado, y se fue escribiendo a lo largo de este año hasta mayo. Nunca había escrito un libro en tan poco tiempo, y lo he trabajado mucho, le he dedicado mucho espacio y mucho tiempo. Creo, el necesario para poder sentirlo mío, y por ende, poderlo dejar ir.

En este poemario reaparecen temas como de la soledad, la ausencia, presentes en tu obra poética.

La ausencia siempre está en la vida de todos nosotros, es parte de nuestra rutina, de nuestro día a día. Lo que sí es más difícil es aprender a nombrarla y convivir con ella en paz. La soledad, por otro lado, es importante para mí; ella implica tener mi espacio, mi tiempo, implica manejar mi respiración como siento que lo necesito para escribir poesía. No se respira igual para una carrera de resistencia que para una de velocidad; dicho de otro modo, construir un ritmo que se acople a lo que quieres decir, que encaje en esa palabra, que deje que otra conviva a su lado y que poco a poco vayas haciendo un todo de lo pequeño, es parte de lo que para mi es mi soledad. También se sufre de soledad, claro, por nostalgia, melancolía, por impotencia. En mi caso, ya la soledad es parte de mi forma de ser, de mi forma de ver el mundo, de mi forma de querer; y la ausencia es algo que desde muy pequeña tuve que entender. Ahora la veo más amable, menos dura, menos trágica. Es un personaje en mi universo que implosiona y crece todos los días. Ahora, ya no como antes, entiendo la ausencia como la posibilidad de un reencuentro, como la riqueza de un “quizás”. Sin arrepentimientos, sin querer jugar a atrapar al tiempo, asumiendo la libertad con sus consecuencias. Fluyendo sin la presión y el agobio que implican vivir una vida que causa cansancio y monotonía, que destiñe y desgasta. Para mi, la ausencia y la soledad también invitan a tomar el riesgo de aprender a vivir con uno mismo. Y debo decir, además que a veces, la ausencia es mía también, no siempre la de el Otro.  

Por otro lado, se percibe una sensación de calma, de sosiego y de esperanza hacia el final del libro.

El final del libro son un conjunto de poemas agrupados bajo el título de “Cartografía de una ausencia”. La palabra “cartografía” nos remite al arte (referencia gráfica evidente, vinculación ya no solo con nudos y colores, si no ya con trazos geográficos y que por ende enfatizan el tema de la distancia y de la presencia/ausencia) de mapas, a búsqueda, a orientación, pero también a las cartas que escribimos para pedir ayuda, para preguntar cómo estás, para avisar que no tardas en llegar de tal lugar a otro. Es interesante que el arte de hacer mapas haya surgido antes del relato escrito, y que por un lado, los primeros mapas hayan sido realizados con una finalidad informativa, utilitaria (como el de las islas Marshall)  y que luego hayan tenido otra utilidad, ya no es solo la utilitaria,  el mapa imagen, representa un nuevo concepto que tiene un doble sentido, es un instrumento que tiene una utilidad inmediata pero, a su vez, es también una imagen, ya que en ellos aparecen la representación de la Tierra, y con ella todos los conceptos que nutren nuestra cultura: conceptos cosmológicos o religiosos, mitológicos, etc. Y esto último es más interesante aún porque si pensamos en quién dibujó el mapa, nos damos cuenta que como un libro, ese mapa está centrado principalmente en el mundo del autor que lo construye. Pienso en el mapa del mundo babilónico, uno circular como corresponde al panorama natural del horizonte, por ejemplo. En el caso de mi poemario, este grupo de cartas fueron escritas y las tuve que trabajar bastante para que lograsen tener una forma y un lenguaje más lírico. Existe sosiego en ellas porque muestran que los lugares desde donde las he escrito me hacen ser parte de todos ellos, y es un alivio pertenecer a esos lugares, sentir que existen y que puedo volver, que conozco más rutas, que tengo un gran mapa sensitivo para llegar a ellos nuevamente. Y hay esperanza porque, bueno, siempre es bueno un poco (solo un poco para no caer sin red) de esperanza. Porque de pronto la seguridad de leer el idioma universal de los mapas te ayuda a ser ciudadano de un gran mundo, uno que no es tuyo y que poco a poco vas caminando.

El diestro manejo del lenguaje, del que te hablé cuando publicaste Las falsas actitudes del agua, se ha constituido en un sello personal.

Gracias por tus palabras, por considerar que tengo un diestro manejo del lenguaje. Siempre corrijo mucho, trabajo mucho en escribir lo que realmente quiero decir. Porque no es simplemente decir las cosas, es cómo decirlas, y tratar de que ese “cómo” se corresponda con tu propia forma de ver, sentir, y de ser frente a las circunstancias, que son movimiento y que por ello cambian y que tu cambias con ellas. No tengo cien páginas para explicar una escena, un momento, tengo unos cuantos versos,  un papel blanco que me mira. Vas enfrentándote muchas veces contra tu propia forma de sentir el contexto en el que estás y siento que aprendo a controlarlo, a asirlo más a mí y no al revés.

La aparición de una pintura de Ramiro Llona en la carátula del libro no es gratuita. Tu poesía tiene una influencia de la plástica.

Son dos pinturas de Ramiro, la de la portada que es “La reconciliación” y la de la contraportada que es “El árbol de la vida”, y el libro tiene una fuerte influencia de la plástica no solo por (la gran suerte) de contar con estos colores para mi libro sino también por las referencias a las que aludo en otros poemas, de otros libros; de hecho, tengo poemas donde hablo de Egon Schiele, donde intento imitar con palabras una imagen, donde guardo muy nítidas las imágenes que he visto de paisajes muy intensos en diversos lugares del mundo y claro, el libro lleva dos ilustraciones en el interior. Una que ilustra la segunda parte del libro Latitud de fuego y otra que ilustra lo que para mí son los agradecimientos del libro. Ambas ilustraciones fueron hechas por Gustavo Fernández, y reiteran no solo la conexión que hay para mí, entre poesía y pintura sino también cómo entre ambas artes existe una tensión, es decir, un juego no verbal, un dialogismo intenso, porque la poesía también escribe silencios y la pintura con sus trazos y colores que son como gritos, también rasga versos.  

Me viene a la mente la obra de Eduardo Chirinos y encuentro un vínculo con tu obra en la diversidad de voces. ¿Coincides?

Eduardo, además de ser un gran amigo, es una inspiración en mis textos. Conocerlo y presentar dos veces su libro Humo de incendios lejanos (en sus dos ediciones) me permitió leerlo de otra manera, comencé a leer lo que había detrás de los versos cuando él me contaba de dónde habían nacido, sin duda su cercanía a la plástica (el mismo hace dibujos) es semejante a la mía, pero sin duda su agudeza para captar imágenes y momentos es distinta de la mía, tenemos repertorios distintos y los manejamos a nuestras formas personales. Ambos somos un poco niños, ambos escuchamos lo que hay a veces detrás de las palabras y en eso coincido. Pero el tiene mucha más experiencia, un lenguaje muy sólido y un trabajo constante que respalda la calidad de su crítica y de su poesía. Ambos mostramos en nuestros textos paisajes, universos personales, familiares, lenguajes que ambos, cada uno a su manera, trabaja. Y admiro mucho su obra, lo he leído mucho desde mis épocas universitarias en las que lo citaba como crítico y no solo como poeta. Ahora es un amigo y no solo un autor que respeto y que con sus textos enriquece muchísimo mis lecturas y mi propia forma de escribir. De hecho, la polifonía en su obra es interesantísima porque la ausencia muchas veces de comas (como en el libro que presenté Humo de incendios lejanos) o de signos de puntuación en general, te permite dar una lectura distinta de los versos, una polifonía que grita a todas voces, o como en Mientras el lobo está que desde el título anuncia una referencia musical y que en su segunda edición se ve enriquecida por los gráficos en el libro.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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