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Escritor argentino Pablo de Santis. (Foto: Internet/Los Andes)

Entrevista a Pablo de Santis

Publicado: 2012-01-31

Pablo de Santis es, sin duda, uno de los autores latinoamericanos más interesantes de las últimas décadas. El año pasado publicó Los anticuarios (Planeta, 2011), una estupenda novela de vampiros en la Buenos Aires de la década del 50.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

–La novela es una vuelta de tuerca del tema del vampiro, muy recurrente en los útimos años. ¿Cómo surge la novela? Por otro lado, sé que tenemos el común aprecio por la novela Soy leyenda de Richard Matheson. ¿Fue un referente para escribir Los anticuarios?

Siempre me gustó el género de terror. Me acuerdo cuando era niño y mis padres volvían del cine y me contaban películas como Los pájaros, o los sangrientos films de Darío Argento. También era aficionado a las revistas de historietas como Dr. Tetrick (versión española de la Creepy norteamericana) y Dr. Mortis, que escribía un guionista chileno, Juan Merino. Todavía hoy voy a ver cuanta película de terror sobrenatural haya y leo cada libro de Stephen King, que a veces es un genio y otras un tarado. En cuanto a Los anticuarios, creo que está la marca de Soy leyenda, de Salem's Lot, de Stephen King y de Carmilla, de Sheridan Le Fanu, que son, con Drácula, mis novelas de vampiros favoritas. Tal vez también esté en la novela el recuerdo de una maravillosa película que vi hace muchos años, El ansia, con Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon.

–Uno de los aspectos que me llamó la atención de la novela es que a pesar de ser de vampiros no se les menciona como tal, todo queda implícito.

La palabra "vampiro" tiene una carga demasiado pesada. Lo genial de Drácula es que ahí Stoker sistematizó el mundo de los vampiros; Drácula es una especie de enciclopedia del tema, donde está claro en qué se pueden transformar, cuáles son sus debilidades y costumbres. El gran hallazgo de Stoker no es Drácula, es Van Helsing, que tiene algo de sabio loco, pero sobre todo de detective. Así como los relatos de Conan Doyle, exaltación de la razón, son incesantemente llevados a lo oscuro, en Drácula, exaltación de lo oscuro, hay todo el tiempo una invitación a la razón, que findalmente acaba con el monstruo.

–¿Cómo fue el proceso de escritura? Te lo pregunto porque uno va encontrando pistas o señas que luego las va descubriendo a medida que avanza la lectura.

Fue un proceso largo. Empecé a escribir la novela hace muchos años; en el ambiente de la redacción reflejé en parte mi experiencia como periodista, cuando tenía 20 años, en una enorme editorial, Abril, en los años 80. Los viejos periodistas nos contaban a los jóvenes historias del pasado, de cuando los tipo eran de plomo y había una mayor relación entre el mundo del periodismo y el de los gráficos (esto es, los que trabajaban en los talleres de impresión). Esos mundo se distanciaron por completo. Yo trabajaba en una revista de espectáculos donde aparecían muchas notas dedicadas al "mundo de lo oculto": astrólogos, videntes, un hombre que estaba construyendo una gran pirámide en las afueras de Buenos Aires, un misterioso profesor que decía que tenía el poder mental suficiente para marchitar una rosa en segundos... A las 7 de la tarde salíamos de la revista e íbamos a caminar por la Avenida Corrientes y terminábamos en algún bar.

–Uno de los momentos de quiebre del protagonista, Santiago, se produce con la muerte de Celina –una escena que me conmocionó– y que, incluso, lo lleva a regresar con Calisser…

Es el momento más siniestro de la novela, y a la vez me parece que es el momento más realista. Ella es más vampira que él. Se conocen en la Plaza Miserere, en el barrio de Once, un lugar que tiene algo de infernal.

–La relación de Santiago con Calisser termina siendo muy fuerte; de alguna manera se había convertido en una suerte de mentor para él.

La relación maestro-discípulo está bastante presente en mis novelas, a veces de un modo un poco lateral . Siempre me gustó esa tensión entre la trasmisión de un saber y a la vez la posibilidad de la competencia y la traición.

–Cambiando un poco de tema, aunque quizás no tanto, qué piensas del e-book. ¿Los amantes de los libros impresos nos volveremos anticuarios?

Oigo hablar de los e-books pero nunca vi ninguno. En las librerías de mi barrio cada vez hay más gente y hay que hacer una fila para pagar. Creo que leer es difícil, que requiere un esfuerzo, y que hay cierto placer físico en ir pasando las páginas, luchando contra el volumen del libro. Y eso se pierde, imagino, con el e-book.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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