Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR |  

La vida de Alonso Cueto tiene momentos agitados: viajes, conferencias, participación en ferias de libros, compromisos pactados. Acaba de publicar no hace mucho La pasajera (Seix Barral, 2015) y su agenda aún sigue colmada. Estuvo, hace muy poco, en Colombia, invitado en la FILBO (Feria del Libro de Bogotá). Antes de que prepare maletas nuevamente, me recibe en su departamento miraflorino. Coincido en su hogar con la joven y talentosa Andrea Albán, que lo entrevistará luego sobre su trayectoria (para una publicación de ISIL).

     En el primer piso los trabajos de albañilería aún continúan y el ruido de la maquinaria se convierte en el fondo sonoro de la charla. Luego de un apretón de manos cordial, durante el cual intentamos recordar la fecha de nuestro último encuentro, Alonso me pide que le mande saludos a mi padre. Nos ubicamos en la confortabilidad de su sala, acompañados de su silenciosa y cariñosa perra labradora. Algunos rayos de sol, señal de lo irresuelto del clima limeño, se filtran por la ventana. La grabadora se enciende.

     –Cuéntame, Alonso, cómo surge la idea de La pasajera. Cuál es su génesis…

     –Mira, como muchos en Lima, soy un gran usuario de los taxis, y en cierto modo es una situación interesante porque el taxi, para aliviar las penurias del tráfico, se convierte en un escenario de conversaciones y, a veces, en un escenario de confesiones. Y me encontré muchas veces con taxistas que me contaban sus historias. Y muchas veces gente que ha estado como oficiales o saldados en la guerra con Sendero Luminoso y que me confesaron cosas que habían hecho. Algo insólito. Pienso que me lo decían porque no me conocían, quizás a una persona conocida de ellos no le hubieran dicho nada por miedo a la reacción que pudieran tener. Pero al mismo tiempo estaban dando rienda suelta a liberarse de una carga de recuerdos, culpas, pesadillas personales. Muchas veces me ocurrió que había confesiones de este tipo. Y con la suma de todos esos episodios me vino la idea de un personaje: un chofer que es un veterano de la guerra y que un día sube a su taxi una mujer que ha sido su víctima. Y es algo que podría pasar.

     –La pasajera se vincula con La hora azul

     –La novela es muy antigua. Anterior a La hora azul, que incluso se desprende un poco de ésta (La Pasajera). Pero es una novela que había dejado abandonada y que retomé mucho tiempo después. Pero sí hay algo que es común: la mujer castigada, herida. La idea de la mujer como víctima que se repite en ambos casos, solo que en La hora azul está contada desde el punto de vista del abogado. Mientras que aquí, también está el punto de vista de ella.

     –Otro de los temas que se repiten es el de la culpa y la búsqueda de redención de algunos personajes.

     –Tengo formación católica. No sé si soy creyente, pero no soy practicante. Pero he sido educado en que hay una culpa personal, en que hay una responsabilidad en los actos, de que hay un valor ético en lo que hacemos y que también hay, por lo tanto, una expiación, una redención posible. Eso me doy cuenta ahora, cuando ya he escrito esos libros. Está allí, pero no me daba cuenta cuando los escribía. Uno escribe las situaciones, los temas, los personajes que a uno le afloran, que le vienen de manera instintiva. Luego entiendes lo que has hecho. Uno escribe de alguna manera de las cosas que no sabemos que nos preocupa. No sabía que este tema me preocupaba. Ahora me doy cuenta. Escribir es una negociación con el inconsciente.

     –Hay una vieja discusión en torno a la memoria. Entre los que consideran que determinados hechos traumáticos es mejor no recordarlos, olvidarlos, y quienes sostienen que la memoria es fundamental para superarlos. Y pienso en una de las escenas de la novela, en el general que sufre una especie de alzheimer y olvida, quizás voluntariamente, todo lo que ha hecho…

     –Una especie de alzheimer, sí. Es una interpretación sobre el personaje que como le es tan terrible recordar elige olvidar. Y no sólo olvidar lo que ha vivido sino olvidar su existencia. Se olvida que existe. Y ese es el personaje del Coronel, porque él sí tiene la culpa. El ordenó la violación. Pero él se suprime. Desde el primer libro que escribí, La batalla del pasado, me parece que uno de los principales acontecimientos de nuestras vidas, es el descubrimiento del pasado. Descubrimos que tenemos memoria, que las cosas nos han pasado y no hay manera de evitar algo que ha ocurrido. Y que tenemos que lidiar con los recuerdos: hicimos algo terrible, nos hicieron algo terrible. Cómo convivir con eso: bueno, tener una relación, lo mejor posible, de convivencia con nuestros recuerdos. Creo que los seres humanos siempre vivimos una suerte de batalla contra el pasado, con nuestros recuerdos de las cosas que nos han ocurrido. Y eso es algo que se prolonga a lo largo de nuestra vida.

     –Ahora que hablamos de la búsqueda de redención. En el caso del protagonista de La hora azul, éste hereda de alguna manera la culpa de su padre, que cometió violaciones de los derechos humanos. Y pienso en un libro de no ficción que ha sido publicado hace poco: Los rendidos de José Carlos Agüero.

     –Claro, Los rendidos es un libro que juega con el tema de la culpa, porque él es hijo de un matrimonio senderista. No aprueba lo que ha hecho Sendero, le parece terrible, pero quiere a sus padres. Y se encuentra en esta situación tan ambigua, de amar a sus padres (además de la muerte terrible de sus padres) y a la vez, bueno, decir: tengo que pedir perdón por lo que su organización hizo.

     –Que de alguna manera lo que hace también el personaje de La hora azul.

     –Claro. Y allí subyace una pregunta: ¿somos culpables? Creo que todos somos responsables, todos somos culpables. Todos estuvimos acá. Algo habremos hecho individualmente y como sociedad. Pero todos tenemos un deber, una responsabilidad, una necesidad: no podemos contribuir a la violencia cotidiana que da origen a la violencia histórica. Contar una historia tiene un componente ético, político y social. No tiene un componente ideológico. El hecho mismo de contar una historia tiene un componente ético porque muestras algo que estaba oculto, estás poniendo esa historia en tela de juicio. 

     –Aunque no es un tema central, ni en La pasajera ni en La hora azul, el tema de la reconciliación me parece presente. Una reconciliación, en ambos casos, irrealizable. Ese tipo de actos no se pueden perdonar.   

     –No se puede. Y eso es algo que también está en el libro de Agüero, y es que hay unas faltas que están más allá del perdón, para las cuales no hay un perdón posible. Pero sí hay un reconocimiento del deseo del perdón, del deseo de la redención. Hay un registro de la búsqueda de eso, que es importante también. No es lo mismo no buscarlo que procurar hacerlo. Y está el tema del victimario como víctima. Al personaje de la novela le obligan, sus superiores a hacer algo que no quería.

     La tarde cae sobre nuestras espaldas. Charlar sobre literatura con Alonso resulta muy estimulante. No sólo es un escritor que ha logrado el reconocimiento de lectores y crítica (hace poco se le realizó un homenaje en el Segundo Festival de La Palabra, en el Centro Cultural de la PUCP). Es, quizás ante todo, un lector. Uno diligente y apasionado. Lo demuestra, por ejemplo, ese estupendo libro que publicó con el Fondo de Cultura Económica: La piel del escritor (FCE, 2014). La despedida con Alonso es sólo el prólogo de una siguiente conversación.