Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS 

Daniel Mella ha llegado al Perú por primera vez. Quizás una deuda pendiente si sabemos no sólo de su simpatía por autores como Vargas Llosa o Ribeyro, sino porque en la década del sesenta (del siglo pasado), su padre estuvo por acá, surfeando en las playas de nuestro litoral.

     –El siempre nos contaba del Perú–, me adelanta. Acaba de bajar de su habitación y nos dirigimos a buscar una mesa libre en el living del Hotel Crowne, en donde se aloja, invitado para participar en la FIL Lima 2015, para presentar su novela Derretimiento (Santuario editorial, 2015).

     –¿Cómo surge Derretimiento?–, le pregunto, intrigado por la génesis de una novela que leí de un tirón, intensa y febrilmente, la noche anterior, y que aún resuena en mí, como el eco de un disparo.

     –Derretimiento nace de la primera frase. Ya había escrito un libro sin saber que iba a ser un libro, que terminó siendo Pogo, mi primer libro. Entre que lo escribí y se publicó pasó un año y medio, tiempo en el cual escribí mucho. Pero nada de lo que escribía me gustaba. Terminó todo en la basura. Y en un momento me senté ante la computadora y apareció esa frase. “Tardé años en recuperarme…” Y a partir de esa frase entré en un trance peculiar, porque generalmente a mí me llega primero una imagen que exploro a través de las palabras. Pero en este caso fue primero la palabra, y a partir de la palabra se producía la imagen. Y cada frase traía la próxima frase. Y traía la frase siguiente. Y así. Casi como lo contrario al resto de mi experiencia. Lo que no quita que sea un libro de muchas imágenes.

     –¿Cómo planteaste la estructura? Por lo que me dices intuyo que la fuiste encontrando en el camino.

     –Sí, la fui encontrado. Porque de repente me encontré con un niño al que le ocurría esto de caer como en un estado de coma, por así decirlo. Cuando terminó esa primera parte que el niño despierta y vuelve en sí y vuelve a la familia, de repente me di cuenta que iba a contar una vida. En la primera parte termina poco antes de su cumpleaños. No sé bien cómo llegué a este concepto. No voy a contar toda la vida. Ya conté esta parte de la infancia, ahora contaré una parte de cuando es adulto. Y lo único que va atar las tres partes es que la primera ocurre antes de su cumpleaños, la parte de adulto ocurre en su cumpleaños, que se va a una casa cerca a un balneario y donde ocurren los sucesos, y la tercer parte cuando es viejo, se da luego de su cumpleaños. No lo calculé, me fui dando cuenta en la medida que lo escribía.

     –La novela toca el tema de la venganza, de cómo en la infancia se cocinan los traumas posteriores, la desaparición de la conciencia moral. ¿Todo esto te diste cuenta luego?

     –Sí. Después de la que escribí, pensé: uy, esto va a parecer que responde a un manual de psicología. Freud. Soy chiquito, pasan una serie de cosas que después te determinan para siempre. Quien es abusado, luego abusa. Me pareció demasiado simple. No fue mi intención: escribir un libro que muestre desde adentro todo eso. Pero si eso fue lo que resultó, no hay problema. Mientras escribía no era el aspecto general de las cosas lo que me maravillaba, sino el poner en imágenes, en metáforas, algo real de mi vida, como esa sensación que tenía en aquella época de lo que había sido mi infancia: el estar a la merced de los mandatos familiares.

     –Tu novela la utilizaron psicoanalistas…

     –Una fundación que trabaja con la relación entre el paciente y el cuidador, entre el paciente y el enfermero o el médico o los familiares que lo cuidan. Y usaron el libro, ese primer capítulo más que nada, para hacer representaciones teatrales como para mostrar y educar en las conferencias que ellos hacían, una posible dinámica entre paciente y cuidador que se puede dar. El cuidador puede pasar a ser una especie de torturador del paciente. Eso también me dejó sorprendido. Al parecer la novela le habló en niveles que no tenía ni idea.

     –¿Qué significa para ti que esta novela haya sido publicada ahora en Perú?

     –Es extraño, para ser honesto. Lo escribí hace mucho tiempo. Si bien le tengo un gran cariño, tampoco tengo una concepción de que sea un gran libro ni nada por el estilo. Más allá de eso, me pareció fascinante por muchos lados que se publique acá. En parte porque a los directores de la editorial les parezca un buen libro y les apasione. Siempre pienso que los libros tienen una vida propia. No me preocupa hacer yo los movimientos para promocionarlos. Me parece maravilloso que se publique acá en parte porque tengo una relación con el ayahuasca, hace ya unos años. Eso me pareció una estupenda escusa para venir al Lima y después irme a la selva a conocer donde crece la hierba y a agradecerlo lo que ha hecho por mí.