Cuando dos talentos confluyen el resultado siempre es luminoso. Los escritores peruanos Micaela Chirif y Carlos Yushimito han pergeñado juntos Un circo si carpa (Montena, 2016), un estupendo libro para niños que puede ser disfrutado por cualquiera, sin importar la edad. Este ha sido un proyecto literario que se ha trabajado desde hace algunos años atrás y que pese a la distancia en la que residen sus autores ha logrado concretarse y ahora se encuentra al alcance de todos en las principales librerías.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: Cortesía

–¿Cómo surge la historia? ¿Cuál es la génesis: hubo una idea primigenia a desarrollar o una imagen generadora?

Micaela: Este ha sido un proyecto que ha tomado su tiempo. Estuvo parado unos años hasta que lo retomamos así que no recuerdo con precisión todos los detalles de su origen. Si no me equivoco, lo primero que hicimos fue conversar el argumento. En ese momento, muy al inicio, surgió la idea del circo. Creo que lo del circo se me ocurrió a mí y a Carlos le entusiasmó la idea y desarrolló los personajes.

Carlos: Sí, finalmente decidimos que este circo, con apenas atracciones excepcionales, tendría que enfrentarse al abuso de una autoridad maligna (que en nuestro caso no podía ser otra que una autoridad política). El hecho de que les decomisen la carpa por deudas financieras nos permitió pensar en lo que, de verdad, hace que un circo sea un circo… y cómo una pequeña comunidad es capaz de enfrentar adversidades con ingenio y trabajo solidario. Es decir, qué es lo que hace a una comunidad, qué cosas la mantienen unida en tiempos de crisis.

–¿Cómo definieron la estructura del libro? ¿Cómo surgió la idea de escribir el libro a cuatro manos?

Carlos: Esta novelita fue el resultado de un largo proceso durante el cual ambos alternamos las tareas de escribir y editarnos mutuamente. A mí me tocó escribir la primera mitad y a Micaela la segunda, pero la estructura siempre se mantuvo según el plan original, a pesar del abandono inicial que supuso mi viaje a los Estados Unidos… Cuando esto ocurrió y el libro se quedó un poco en el aire, Micaela se hizo cargo de los capítulos restantes, intercambiamos los que ya teníamos escritos, los releímos y corregimos e intentamos que el conjunto conservara coherencia.

Micaela: Nosotros queríamos hacer un libro de aventuras, de esas que tienen héroes, misiones y obstáculos, El circo nos brindó un elemento clave: el escenario exótico. Sin embargo, al tratarse de un circo bastante modesto y muy local. ese elemento maravilloso es, al mismo tiempo, cotidiano y real. El circo es el escenario exótico que tenemos más cerca de nosotros.

–Micaela, ¿ cómo fue trabajar el libro con Carlos?

Micaela: Para mí ha sido un placer y una alegría hacer este proyecto con Carlos. Es una persona que quiero y que respeto: tiene talento, encanto, una agudísima inteligencia… ¿qué más se puede pedir?

–Carlos, ¿cómo fue la experiencia de escribirlo con Micaela?

Carlos: Cuando dos personas se aprecian y admiran los proyectos colectivos siempre son fáciles de realizar. Yo apenas noté la diferencia de trabajar a solas consigo mismo de tan cómodo que estuve en todo momento. Aprendí mucho de Micaela y creo que, durante el proceso, los dos disfrutamos mucho escribiendo esta novela. Espero que eso se note cuando llegue a las manos de otros lectores.

–¿Hubo una intención didáctica en la elaboración del libro? Lo digo por las referencias culturales de la selva y de lo precolombino, por ejemplo.

Micaela: Me alegra la pregunta porque nos lleva a un tema del cual creo que se habla muy poco: la alienación tempranísima de los niños a través de los libros. Es decir, si hablamos de bosques, hadas, brujas, castillos encantados, cabañas en medio de la nieve, etc. asumimos muchas veces que estamos ante un escenario “natural” para niños. E incluso si el escenario está más desligado de los cuentos de hadas pero representa una realidad completamente ajena a la nuestra (hojas que caen en el otoño, cabañas suizas, etc.), lo asumimos también como “natural”. Eso a pesar de que la gran mayoría de niños peruanos nunca ha experimentado un espacio semejante (y no me refiero al componente mágico).

Estamos tan acostumbrados a que los libros que leen los niños en nuestro país no tengan como escenario un espacio local que lo contrario resulta llamativo. La intención no era ser didáctico sino más bien contribuir a la producción de literatura en la que los niños peruanos puedan verse reflejados. Por eso el escenario y las referencias locales. Quizás pueda parecer una intención muy modesta, y de hecho lo es, pero creo que no es trivial. Me doy por satisfecha si ayudamos a que los niños en el Perú puedan asumir su propio contexto como un lugar en el cual puede no dolo transcurrir su realidad sino también su fantasía. Creo que eso es importante.

Carlos: De acuerdo. Desde el principio nos pareció importante que el paisaje humano de la novela contagiara su propia geografía referencial, una mitología propia. Viéndolo con perspectiva, esto no solo le proporciona énfasis al carácter realista de la historia sino también un mayor grado de afecto que necesariamente siempre entra en diálogo con espacios y memorias que uno crece “sabiendo” que le son propios, y que, en este caso, pueden mover, sino a una identificación directa, sí al menos a una posterior curiosidad en sus lectores. Más que un gesto de reivindicación o pedagogía, me gustaría ver en estas aluciones la materialización de un instrumento que ayude a los niños a diversificar su mirada del mundo, sentirse igualmente orgullosos de lo que poseen o no sabían que poseían. A un niño de Lima, por ejemplo, debería servirle para abrirle un horizonte más amplio: la selva y la costa norte, en este caso, como lugares donde hay otros niños como él o ella que tienen problemas y sueños semejantes.

–Finalmente, ¿cómo ven el tema de la literatura infantil en el Perú?

Micaela: Es un tema complicado porque la pregunta por la existencia misma de la literatura infantil es todavía un debate abierto. Creo fundamentalmente en la buena literatura y creo que hay buena literatura que puede leerse desde los siete u ocho año y buena literatura que debe esperar un poco más.

Si hay una distinción que hacer, creo que la haría entre los libros que nos leen cuando todavía no somos lectores autónomos (antes de los seis o siete años) y el momento en que nos convertimos en lectores independientes. Una vez que eso sucede, las lecturas dependerán cada vez más de los lectores como individuos que como pertenecientes a un rango de edad.

Por otro lado, sabemos que mucha de la literatura que consideramos “infantil” no lo es, en realidad. Como dice Michel Tournier, los Grimm, La Fontaine, Lweis Carroll, Perrault no escribieron para niños sino que “como tenían genio, escribían tan bien, tan límpidamente, tan brevemente…. podían leerlos incluso los niños”.

Pensar en la literatura infantil, más allá de nuestras conclusiones personales,, es importante porque nos ayuda a poner sobre la mesa dos temas fundamentales: el primero, que cuando se habla de literatura para niños o infantil en general se presupone un niño no solo estandarizado sino un poco ñoño. Un niño que está ahí solo para que lo llenemos de contenidos más o menos triviales o falsamente educativos: una suerte de niño Disney necesitado de autoayuda. El segundo, que,, en alguna medida al menos, la literatura infantil es un invento comercial: se crea un mercado. Y esto tiene que ver con el primer punto: producir libros ñoños y fáciles, en el peor sentido de fácil, para ese niño ñoño que nos hemos inventado.

Dicho esto, me alegra enormemente que haya cada vez más buenos libros que podamos leer todos.