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Szyszlo: La vida sin dueño

FERNANDO DE SZYSZLO. La vida sin dueño (Alfaguara, 2016)

Publicado: 2017-02-07

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

El primer encuentro, la primera contemplación, tuvo la impronta propia de lo mágico, de lo sagrado. Lejos de la epidérmica observación de las reproducciones en catálogos, revistas o diarios, encontrarse frente a la obra original –conjunción de óleos vertidos sobre una tela– resultó, para mí, una experiencia casi religiosa. Yo y la plástica de Fernando de Szyszlo bajo el techo de la galería Fórum. Yo frente a aquellas formas abstractas y, sobre todo, frente al dominio de la iluminación: oscuridad y luz vertidas sobre la tela en todo el esplendor de su formato a escala real.

     El segundo encuentro, aunque efímero, fue con el propio artista. El escenario en esa ocasión: el salón de audiencias de la Municipalidad de Miraflores; y el evento, que mi memoria no logra precisar, debe haber sido la presentación de algún libro. Apenas intercambiamos un par de palabras. Yo estaba acompañado de un fotógrafo del diario en el que laboraba en aquel entonces y el poeta Enrique Verástegui me había pedido intermediar para ser fotografiado junto al pintor. He visto a Szyszlo algunas veces más, en charlas más extensas en la comodidad de su casa sanisidrina –una casa que en sí misma siempre me ha parecido una obra de arte–. La última vez en ocasión de una entrevista para la revista del Ministerio de Cultura (Gaceta Cultural) de la que fui el editor general.

     Szyszlo es –junto a Ramiro Llona, Venancio Shinki, José Tola y Sérvulo Gutiérrez– uno de los pintores peruanos que más admiro. Es por ello que leer La vida sin dueño (Alfaguara, 2016), una suerte de libro de memorias del pintor, ha sido un verdadero placer. A pesar de ya conocer varios pasajes de su vida y trayectoria.

     La vida sin dueño es interesante por varias razones. La primera es que, para quienes apreciamos su obra, adentrarnos en sus páginas es adentrarse en el taller mismo del artista y conocer de primera mano su proceso creativo –un tema, el de los procesos creativos, que tanto me obsesiona–. Szyszlo cuenta, por ejemplo, la importancia de la pintura de Rufino Tamayo en su búsqueda de un leguaje propio como pintor. “La idea de asumir parte del lenguaje del arte moderno para expresar la realidad propia de una cultura mexicana, en su caso –peruana, en el mío– orientó mi búsqueda como artista”, explica.

     Otro aspecto importante del libro lo constituyen los amigos del pintor: escritores, intelectuales y artistas de diferentes países. Destaca, por ejemplo, su entrañable amistad con el mexicano Octavio Paz (emotivo el relato de su último encuentro con él) y con el peruano Mario Vargas Llosa. También figura la amistad con Georgette Vallejo, la viuda de nuestro más grande poeta, quien le obsequiara un mechón de cabello del autor de Los heraldos negros. Su amistad profunda con José María Arguedas. También con Jorge Eduardo Eielson –uno de mis poetas peruanos más admirados–, con quien, incluso, compartió una exposición en Lima. Y se podrían añadir más nombres a la lista: Ernesto Sábato, César Moro, Julio Cortázar, entre otros tantos. Para los borgeanos, hay un par de anécdotas interesantes con el autor de Ficciones.

     El amor –léase sus relaciones sentimentales– está presente en el libro. Su matrimonio con la estupenda poeta Blanca Varela, con la que tuvo dos hijos, está retratada de manera honesta. También nos enteramos de una gran historia de amor fallida. Pero sin duda, la mujer más importante en el libro es su actual esposa Lila. Se incluye un texto suyo muy revelador sobre el pintor hacia el final del intenso relato.

     Como en todas las memorias, también hay material para la polémica y el debate, como aquello relacionado al museo de arte contemporáneo, en el que no profundizaré. La vida sin dueño plantea, pues, una mirada al universo personal, artístico e intelectual de un hombre como Fernando de Szyszlo, un hombre que a sus 91 años luce entero y lúcido –a pesar de los embates de la vida, como la pérdida de uno de sus hijos en un accidente aéreo–. Y quizás su secreto, como lo dice en el libro –y como me lo dijera más de una vez–, sea su “búsqueda perpetua” de una obra que lo satisfaga por completo. Una búsqueda que siempre vuelve a emprender –como la primera vez, de muy joven– cada vez que se enfrenta a la tela, en ese acto de encuentro con lo mágico, con lo sagrado.

fernando de szyszlo en su biblioteca junto a los libros de su amigo mario vargas llosa | foto: cms

fotos del libro

Fernando y Lila

Fernando y sus hijos (Vicente y Lorenzo)


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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