La novela gira en torno a Miranda, una joven madre que debe irse del Perú, casi huyendo, y se instala en París. Las circunstancias la llevarán a regresar a Lima, con todo lo que eso acarreará. Grecia Cáceres, la autora de la novela, también estuvo de regreso en nuestro país justamente para presentar ésta su más reciente novela Mar adentro, publicada por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo en una impecable y bella edición. Y es a propósito de esta última entrega, que charlé con ella hace unos días. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

–A pesar de vivir desde varios años en París, el Perú y Lima han sido los escenarios recurrentes de tus novelas. Salvo ésta que transcurre justamente en París. Sin embargo, la presencia de Lima es también fuerte, de alguna manera, pienso, enfatizada por el contraste con la capital francesa. ¿Hay algo de eso?

–La novela está construida sobre dos polos, Lima y París. La protagonista vive entre estas dos orillas, una ciudad que es el pasado y el problema, otra que se aparece al principio como un espacio de liberación. En el curso de la novela estas dos visiones se van a ir mezclando y relativizando. Sin embargo, el lugar de la profundidad y del porqué de todo sigue siendo Lima. Todo ese periplo que entama la protagonista entre ambos lados del mar es solo una manera de volver, de volver mejor.

–¿Cómo definiste la estructura de la novela? Hay una dosificación en la información que uno va encontrando, respecto a la desaparición del esposo de Miranda que me parece muy bien planteada.

–La estructura es lo más difícil de determinar y a la vez, en mi caso, esa determinación se hace también en la progresión de la escritura. Es como si la historia portara en su seno su forma, o vice versa. Mi voluntad primera era lograr la mayor legilibilidad sin simplificar los estratos de la trama. Estaba convencida que avanzaría por "capítulos" que más bien son una entidad en sí, cerrados con títulos que guían al lector (y a mi), la información se va distilando y los diferentes tiempos del relato se van imbricando sin forzar el tempo, como en una trenza. La desaparición es el motor de la intriga con mayúscula y ese acontecimiento le da la dinámica a la novela.

–Un personaje importante en la trama es Fernando, el amigo de infancia de Miranda. Y con quién a pesar de no tener una relación constante –como por ejemplo, con Úrsula– existe una extraña complicidad. Y es que de alguna manera son similares: dos personas que no se sienten parte de su entorno social. Un niño triste y una niña sensible que conectan en una escena de la infancia en el jardín de la casa de Miranda.

–Exactamente, son gemelos de diferentes orfandades, tienen la misma desesperanza ante la monolítica sociedad que los marginaliza. Cada uno, por diferentes razones, está afuera, o ve desde afuera el juego social, uno quiere volver a ingresar a éste, como sea, la otra, en su posición de artista, guarda la distancia para transformarla en obra. La escena del jardín es capital, es allí donde todo se decide para ellos, en cierta manera. El jardín es siempre un lugar de origen, de inocencia perdida.

–Pensando en estos dos personajes, la novela plantea una mirada al tema de las clases sociales. Miranda es de alguna manera una desarraigada de su clase social y Fernando es un desclasado que busca regresar a su espacio social.

–Yo sé que las clases sociales existen, de manera caricatural o no, persisten y no es posible ignorarlas. La distinción de clases está al origen de la novela, proyecto burgués por excelencia. La novela es la inscripción de la burguesía o de la nueva clase ascendente en una genealogía de ficción que corresponde a la de la sangre en el antiguo régimen. Todos descendemos imaginativamente de algún personaje de novela. Eso es muy claro en la obra de Proust, él también un desclasado en una sociedad aún aristocrática marcado también por su ser judío. La figura del desclasado que busca recuperar su lugar social es capital en la novela en general y me fascina, es como la figura del extranjero, del marginal, aquel que tiene el poder de la mirada exterior, el que puede reinventarse... estamos en pleno en el campo de los poderes de la ficción.

–La mirada crítica también, creo, se extiende a toda la sociedad limeña, alimentada de las apariencias y el qué dirán, que, como te decía al inicio, me parece que se acentúa más al compararla con la sociedad francesa, en la que cae Miranda, huyendo de las habladurías limeñas.

–La sociedad limeña es una mina de oro para el escritor... Una sociedad fundada en un orden colonial triunfador, ahora decadente, y al mismo tiempo con la dinámica social más intensa que se pueda imaginar. Lima es una ciudad del futuro hoy, alimentada por muchas corrientes de población, culturas y lenguas. En la novela se ven llegar los cambios, y el qué dirán o la opinión, el chisme, lo que se omite de decir, o lo que se dice en voz alta, todo ello son defensas, son maneras de salvar un orden anterior de las cosas al menos en apariencia. Por ello la importancia de ese chismorreo que salvaguarda la moral, y por ello también la implosión de esas apariencias por parte de la prensa amarilla, que barre el terreno y da pie quizá a una mayor violencia social.

–Otra crítica, sin duda, es a la prensa sensacionalista…

–Una de mis primeras imágenes era la de los quioscos de periódicos empapelados por las primeras planas de escándalos, fotos, "ampays" etc... algo había allí que decir de ese empleo del lenguaje y de la imagen que son también nuestra materia prima, la de los escritores y artistas.

–Hay en la novela referencias a Blanca Varela. Un epígrafe inicial, por un lado; el que sea una de las poetas favoritas de Miranda, por otro. Pero me parece que hay, subrepticiamente, una relación particular de la novela con el poemario Luz de día. Incluso, Miranda cuenta que al retornar a París es uno de los libros que lleva consigo.

–Justamente, la poesía es el antídoto contra esa humillación de los lenguajes. La poesía de Blanca particularmente exigente y excluyente, nunca cae en esteticismos o manipulaciones. Leer la poesía de Blanca ayuda a Miranda a ver claro, la guía en su camino, es un modelo precioso. Y tienes razón, "Luz de día" es un libro primordial para mí, es el libro del retorno a Lima para Blanca, quien tiene que volver a enfrentar los demonios que se quedaron en suspenso o en la nostalgia durante la ausencia. En ese libro hay elogios o elegías al jardín, al jardín de casa miraflorina al que aludo en la novela. Un lugar de paz, que se contrapone a la casa familiar llena de la agitación de la vida. Pero también, como en "Lo más negro del verano" lugar donde se gesta y esconde la muerte. Miranda se lleva ese libro bajo el brazo como un escudo, una prenda, o un amuleto quizá...