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Roth: Pastoral americana

PHILIP ROTH. Pastoral americana (DeBolsillo, re-edición 2016), 512 pp.

Publicado: 2017-05-17

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR 

A propósito de la película El fin del sueño americano, se ha re-editado –con una nueva portada en la que aparece la imagen del afiche del filme– la celebrada novela Pastoral americana del no menos célebre autor norteamericano Philip Roth. Publicada originalmente en 1997, se trata de la primera de las novelas que conforman la llamada “Trilogía americana” y que se completan con Me casé con un comunista (1998) y La mancha humana (2000).

     Si bien las tres novelas nos cuentan historias diferentes, con protagonistas distintos, la presencia de Nathan Zuckerman (personaje llamado alter ego del mismo Roh) resulta una pieza clave, pues resulta como el filtro de las historias. En Me casé con un comunista, el protagonista es Ira Ringold (un actor de radio y miembro del partido comunista). Y la vinculación con Zuckerman se da porque es hermano de un profesor suyo. Es esa novela Nathan es un joven escritor. En La mancha humana, el personaje principal es Coleman Silk (rector de una prestigiosa universidad), que resulta siendo vecino de Zuckerman. Pastoral americana gira en torno a Seymour Levov, el admirado hermano de un compañero de escuela, al que apodaban como “el sueco”.

     Seymour Levov es de alguna manera la encarnación del publicitado sueño americano. Un tipo que de joven fue una celebridad en la escuela y en la ciudad, un deportista virtuoso. Luego, un empresario exitoso a través de una fábrica de guantes (seguidor, además, de una especie de tradición familiar). Contrae nupcias con una reina de belleza y tienen una pequeña hija llamada Meredith. En teoría, un hombre realizado, feliz.

     La calma y apacible vida del “sueco” Levov, sin embargo, se verá afectada de una manera tal que su vida se irá a pique –de manera similar a lo que les pasó a Ringold y Silk, los personajes de sus otras dos novelas–. Meredih, quien desde pequeña fue una muchacha singular, más allá de su tartamudez, una chica diferente al resto, solitaria y, en cierto sentido, crítica de su entorno (por ejemplo de la frivolidad de la madre), se convertirá, a sus 16 años, en una feroz y comprometida activista antibelicista. Se mostrará abiertamente en contra de la guerra de Vietnam y enfilará sus diatribas al gobierno. Pero, sobre todo, tendrá una participación importante en un par de atentados que dejarán tras de sí cuatro víctimas mortales. Su imagen saldrá en las noticias y deberá huir incluso de sus padres.

     La novela presenta momentos muy dramáticos en los que Levov, un padre que ama a su hija, se verá sobrepasado por una situación irreversible. Su pequeña es una asesina. Pero lo que lo aterra más es que parece haber enloquecido. Cómo ayudarla, cómo salvarla, si no deja ninguna posibilidad para hacerlo. Y esa angustia paterna es la que persigue a los lectores, ávidos en saber si logrará finalmente el padre salvar a su pequeña. Tras cinco años de no saber de ella, tendrá la oportunidad. No diré más al respecto (por si no la han leído aún).

     Una de las escenas más relentes, según mi perspectiva, se encuentra hacia el final de la novela en una cena que reúne a varias parejas y que evidencia la importancia que le dan al juego de las apariencias. Apariencias que ocultan secretos no muy gratos.

     Roth nos ha entregado una novela compleja en sus temas, pero también en su estructura. Inicia con la narración de Zuckerman de su infancia, de la admiración que tenían por “el sueco” Levov, hasta que el relato se va centrando en Seymour, en su ascenso y sobre todo en su caída –hasta su muerte–. Todo a partir de conversaciones que tiene Zuckerman con el mismo Seymour (quien lo contacta para que escriba sobre su padre), pero sobre todo con Jerry Levov (hermano del “sueco” y ex compañero de escuela). Y, por supuesto, a las conjeturas que el mismo Nathan saca de lo que podría haber sido el drama del “Sueco” Lev0v.

     Pastoral americana, me arriesgo a señalar, es una novela monumental. Y así, Philip Roth tiene varias. Es autor de una obra –en conjunto, me refiero– sólida y brillante. El Premio Nobel sería el merecido epílogo a una trayectoria tan fructífera. Los suecos, los de la Academia, tienen la palabra.

philip roth en nueva york | foto: internet.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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