Considerado uno de los autores más destacados aparecidos en la década del 80, con una obra narrativa importante y varios premios obtenidos, el escritor peruano Cronwell Jara ha roto un largo silencio y ha publicado una estupenda novela: Faite (Arsam, 2016). Además, hace muy poco, en la feria del libro La independiente presentó el libro para niños El perro Chimu que se enamoró de la Luna (Album bicolor, 2017). Así surgió esta charla.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: archivo del autor
—Siempre me da curiosidad el origen de las novelas. Esa idea inicial de la que parten. ¿Cómo surge Faite?
—El origen de esta novela es doloroso, muy doloroso para mí. Cuando literalmente se me hundió la casa, casi entre lágrimas me dije: ya tengo una novela. La metáfora de mi casa que se desmorona y cae, de vieja, por rajada, y sin que yo pueda evitarlo, pasa a ser la imagen de Faite. No fue difícil pensarlo mucho.
—Al terminar de leer la novela, me vino a la mente tu relato Montacerdos. Y encuentro un vínculo entre ellos…
—Montacerdos y Faite (novela) están vinculados por el lenguaje. La escritura, el tono poético, la desgracia, la pobreza, ese mundo degradado, un tanto inhumano, es casi similar. Solo que en Faite hay más desarrollo de muchas cosas. Hay una madurez que hace que la historia se vuelva reflexiva en varios aspectos, destino, vida-muerte, amor-desamor, esperanza-desesperanza, identidad con el mundo andino opuesta (de algún modo) al mundo hispánico; hay también el tratamiento de lo insólito, lo extraño y lo absurdo, una posición ante el mundo y la mujer amada; y otras cosas más.
—¿Cómo surge Faite, este personaje que se convierte en una especie de líder en su barrio?
—Faite, como personaje, es el resultado de muchos faites que conocí en mi antiguo barrio. Eran amigos pobres pero lectores, buscaban ser cultos, leía filosofía, poesía, eran románticos, excelentes amigos. Posiblemente yo fui uno de ellos; pero no delincuente, menos asaltante. Solo un buen amigo de los amigos. De estos faites, conozco muchos. Todavía los hay, lectores, escasos de dinero, sin trabajo, pero lectores, conversadores. Pero, poco traté los tipos delincuentes. O sí, pero como amigos, como futbolista de barrio. No más. No he querido desarrollar la vida de un delincuente. Faite, como personaje, aparece por necesidad argumental, como un típico romántico de barrio. En ese sentido lo inventé. Sentí que él tendría algo mío. Un enamoramiento como el mío. Un enamoramiento traumante, bravo, enfermizo. Como soy cuando me enamoro. ¿Lider?. Faite nunca busca eso. Las circunstancias lo obligan. Él no sale a retar a nadie. A él lo retan, y responde.

—¿Se podría decir que la novela plantea la metáfora del fin de una época, en la figura decreciente del Faite y en el barrio que poco a poco se derrumba?
—Tal vez, del fin de una mala estación para pasar a otra mejor. Distinta, Donde Faite se ve obligado, contra su voluntad, de cambiar de vida, de mujer, de amores. En mi caso, en términos de comodidad. Tuve que invertir todos mis pequeños ahorros para recuperar mi casa. Fue muy doloroso. Me desgaste mucho. Mi novia me dejó por un tiempo, me vi solo, sin amigos, sin familia. Muy doloroso. Quise que Faite, personaje, reflejara eso... Pero creo que el amor por la vida, por lo suyo, por la poesía, lo salva de algún modo. Faite tiene mucho poder de voluntad. En eso, él es líder. Es verdad. Posee mucha fuerza de voluntad...
—La presencia de los animales es algo recurrente en tu obra. Pienso no sólo en esta novela, sino también en Montacerdos o en la novela Patíbulo para un caballo…
—Se deberá, acaso, a que mucho me encanta la naturaleza, lo que la constituye, aquellos seres que nos hacen recordar que somos uno de ellos. Un animal entre los animales. Donde nadie el superior. Donde todos tenemos derecho a la vida, al respeto por la vida, a sentirnos iguales. Así como el hombre no desea la muerte, los cerdos, los gallos, nadie desea morir. Todos buscamos un acomodo, ser felices. Me gusta entonces, hacer sentir que Faite se entiende con sus gallos y sus cerdos, y en donde hasta los cuyes tienen la palabra. Permíteme que me ría...
—Otra característica presente acá, y en otros relatos tuyos, es la presencia de lo onírico y de un tono lírico.
—Sin lirismo no hay poesía, y el mejor modo de hacer sentir que amo la vida, es con la poesía, desde un tono poético. Tal como me resulta en Faite, aunque no lo busqué con ambición. Faite y su personalidad, con su labia y sus ironías, sus modos de sentir el amor, la soledad, la vida, me salieron fácil porque reflejaban en mucho lo que yo sentía, luego de ver cómo se desmoronaba mi casa. Algo que cuando lo vivía, en carne viva, me hería a muerte, me parecía una pesadilla muy angustiante. Ni Kafka sufría más que yo...
—Cambiando de tema, hace poco, en la feria La independiente, presentaste el libro para niños El perro chimú que se enamoró de la Luna. ¿Cómo así haces tu adaptación?
—El perro chimú que se enamoró de la Luna tiene una trama totalmente mía, cada escena es invento mío, no es copia ni imagen que extraje de otro lugar. El solo título, solo eso me lo dio un amigo. Cuando mi amigo Burgos Tenorio me preguntó que si había leído el cuento El perro chimu que se enamoró de la luna, yo sentí un deslumbramiento. Me gustó el título. Y, qué curioso, sentí en ese fogonazo de deslumbramiento, que ya tenía yo una historia inventada por mí. De modo que cuando oí las tres líneas "originales" de ese cuento antiguo, yo ya tenía mi propia versión, reinventada, ampliada y mil veces mejor que lo que oí, a medias y mal contado en la boca de un pintor...
—No es la primera vez que escribes para niños. Has ganado un premio, incluso. ¿Cómo así exploras ese ámbito narrativo?
—Mis cuentos para niños me nacen naturalmente desde que fui niño y leía cuentos para niños. Como que siempre estaré escribiendo también cuentos para niños. Tengo varios inéditos y otros, varios, o muchos, que están por salir de la imprenta.
