Parece la trama de una película, pero no lo es. Catorce terroristas del MRTA tomaron por asalto la residencia del embajador japonés en el Perú y mantuvieron en cautiverio a 74 rehenes durante 126 días que se hicieron eternos. Cautiverio que llegó a su fin el 17 de diciembre de 1997, gracias a la intervención de un grupo de comandos en el operativo Chavín de Huántar. Un operativo casi perfecto (salvo por tres bajas: un rehén y dos comandos). En el 2007, el periodista Umberto Jara publicó una exhaustiva investigación en la que relata, con una estupenda prosa, todos los pormenores de aquella experiencia de secuestro y liberación. Ahora, la editorial Planeta ha vuelto a publicar el libro, Secretos del túnel, en una muy bien cuidada edición. Más allá de algunas discrepancias de matices, me resulta interesante esta charla con Umberto sobre la construcción de este libro que debería ser leído por todos, sobre todo los jóvenes. Y es que –más allá de la participación de un grupo de élite ajeno a los comandos, en una presunta ejecución extrajudicial– lo importante es reconocer la valerosa y eficiente labor de aquellos militares como se ha hecho, por fin, veinte años después, a nivel gubernamental.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: Internet (Perú21)
–Secretos del túnel aparece por primera vez en el 2007. ¿En qué momento o en qué circunstancias decides enfrascarte en la investigación sobre el rescate de la residencia del embajador del Japón en Lima?
–Hice un primer intento dos años después de los acontecimientos, en 1999, y me encontré con una muralla: los militares estaban prohibidos de hablar, los mineros que cavaron los túneles estaban en el anonimato y entre los rehenes algunos tenían auténtico temor por el trauma sufrido, a otros les habían sembrado el miedo asustándolos con supuestas represalias de los terroristas. Esa muralla la había construido Montesinos en su afán de que se instale la leyenda que nunca se instaló: que él había sido el único estratega. Ese individualismo fue un boomerang para él: al final no le reconocen méritos a pesar de haber tenido grandes aciertos en el proceso de rescate de los rehenes. Años después, el 2005 retomé el tema porque siempre tenía en la cabeza que allí existía una impresionante historia: 72 rehenes y 14 terroristas encerrados en una casona durante 126 días en un verano infernal, sin luz, sin agua, con comida racionada, con escasa atención médica, sujetos a una tensión excesiva; afuera un gobierno decidido a no negociar; mineros ayacuchanos y huancaínos cavando túneles en el subsuelo de una lujosa mansión de San Isidro; micrófonos y utensilios camuflados para el espionaje; la construcción de una réplica de la residencia con planos que se fueron juntando a pedazos; y un grupo de comandos entrenando con rigor y detalle cada paso del operativo. Parecía ficción pero era la realidad, había ocurrido en nuestra ciudad. Era una historia maravillosa para ser reconstruida.
–¿Cuánto tiempo te demandó la investigación?
–Poco más de un año buscando a los protagonistas, realizando entrevistas, convenciendo para que los silenciosos me dieran al menos algún dato, hurgando en archivos de diarios, revistas, revisando videos. Empecé a escribir en mayo de 2006 y terminé en febrero de 2007.
–¿Qué información o testimonio te fue más difícil conseguir?
–El del jefe de la Patrulla Tenaz, el hoy general y entonces coronel, José Williams Zapata. Tenía, con toda razón, una marcada aversión a los periodistas que se habían dedicado a cuestionar a los comandos. Tardé mucho en convencerlo de que no era un afán de informe periodístico el mío, sino una investigación para hacer un libro de no ficción, periodismo de investigación o como quieran llamarlo. Valió la pena el afán y la espera. Su testimonio en el libro es central porque es el héroe que encabezó una patrulla de héroes.

–El libro reveló en su momento datos no conocidos o conocidos parcialmente, como la actitud egoísta, poco digna de Toledo. ¿Qué fue lo que te sorprendió más?
–No existe un único hecho. En realidad, hay tantos personajes y tantas situaciones que la sorpresa es constante. El libro está plagado de historias que se van uniendo. La miseria moral de Toledo, el comportamiento psicópata del cabecilla terrorista Cerpa Cartolini, la irracional actitud de su joven pelotón que lo siguió por dinero, la capacidad de resistencia física y espiritual de los rehenes, la frialdad implacable de Fujimori, el ingenio para espiar a los terroristas y para recibir información de los rehenes, algunas desdichas en la cobertura periodística, en realidad, el espectáculo de la condición humana con sus virtudes y sus miserias.
–Una de las virtudes del libro, además de la valiosa información, es la destreza narrativa que tiene. ¿Cómo definiste la estructura final?
–No me acuerdo. Lo que ocurre es que al momento de escribir me entrego a la intuición, a lo que irá surgiendo página a página. Lo que sí suelo hacer es un esqueleto inicial, un hilo conductor que me permite organizar un orden de temas iniciales, pero después el libro se va haciendo a su aire, a su ritmo, a sus necesidades.
–Hace poco los comandos que participaron en la operación fueron declarados héroes. ¿Por qué crees que se ha tardado tanto en dar ese reconocimiento?
–Porque vivimos en el reino de la mezquindad. El Perú es el paraíso de la envidia, de la roña moral, de la incapacidad de elogiar. Un peruano, por lo general, nunca tributa un elogio sincero o merecido a otro peruano, salvo cuando se muere. A eso se suma que, en el caso de los Comandos del operativo Chavín de Huántar, las organizaciones de derechos humanos, con la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh) a la cabeza, se dedicaron a una miserable persecución por razones políticas y por obtener financiamiento extranjero.
–Cómo tomas las delirantes declaraciones del congresista Justiniano Apaza (FA) en relación a que no deberían ser declarados héroes porque estaban en ventaja numérica.
–Como una impecable y perfecta expresión de estupidez.
–Por otro lado, se ha señalado la presencia del escuadrón Jupiter, al que llaman los gallinazos, como algo muy aparte a los comandos, que habrían ingresado a la residencia y habrían ejecutado extrajudicialmente a un terrorista rendido (Tito). ¿No crees que esto produjo por un lado, que ciertos sectores metan en el mismo saco a todos los miembros de la operación y, por otro, que otro sector, amparándose en la defensa de los comandos subalternamente buscara la impunidad de la ejecución extrajudicial, si es que se produjo como algunos indicios apuntan?
–Esa historia la inició un rehén japonés, Hidetaka Ogura, que colaboraba con los terroristas. Nunca aportó pruebas y sus declaraciones fueron contradictorias. El guión luego continuó siendo escrito y reescrito por Aprodeh y algún abogado de derechos humanos que luego quiso ser congresista postulando en la lista de Toledo y se podrían enumerar muchas perlas más. Lo cierto es que el 22 de abril de 1997 hubo un enfrentamiento entre terroristas y comandos y se rescató a 72 rehenes. Los terroristas estaban armados y disparaban, no eran ángeles que estaban rezando. Un caso específico ingresó a discusión, el del terrorista Cruz, alias Tito, cuyo comportamiento durante los 126 días de secuestro fue canallesco y delincuencial y, al final, según algunos, pretendió huir; si así fue significa que era “valiente” con los rehenes indefensos y cobarde a la hora del enfrentamiento. Si fue ultimado o no, es un asunto judicial que no correspondió jamás ni debió generar responsabilidad para los comandos que fueron perseguidos judicialmente hasta que, finalmente, se probó su inocencia.
–Finalmente, y volviendo al libro, ¿qué significa para ti esta reedición? ¿Una nueva oportunidad para no olvidar lo sucedido?
–Eso mismo. La oportunidad de que no se olvide lo sucedido, la oportunidad de que los jóvenes que no vivieron esa época sepan lo que ocurrió en este país, en esta ciudad. El Perú no fue siempre el lugar con malls, con discos, con facebook, con selfies, con Netflix. Lo que hubo antes fue muy duro y si olvidamos que aquí existió terrorismo entonces corremos el riesgo de no saber mantener la paz de ahora. Además, creo que para los jóvenes es la oportunidad de leer una historia que parece sacada de una película pero que fue absolutamente real. Conocer el Perú no sólo es ir a las playas del norte o a Machu Picchu, es también saber qué episodios ocurrieron, por qué fuimos y por qué seguimos siendo violentos pero también capaces de acciones heroicas.

la primera y la nueva edición de secretos del túnel. | Foto: cms.