Luego de cerrar la trilogía de la violencia, Alonso Cueto nos presenta ahora La segunda amante del rey (Literatura Random House, 2017), una novela que gira en torno a la pregunta: ¿qué se está dispuesto hacer para mantener un estatus social? La trama nos muestra a la esposa de un empresario exitoso que contrata a un gigoló para que enamore a la amante de su marido. A propósito de esta nueva entrega visité a Alonso para una charla que resultó gratísima como siempre. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–Uno de los temas principales de la novela me parece que es la importancia que tiene para determinada gente el estatus social y la necesidad de conservarlo a cualquier precio…

–Sí, es cierto que es uno de los temas de la novela. Creo que un escritor siempre se hace una pregunta sobre los personajes: estos personajes son capaces de llegar muy lejos para defender qué parte o aspecto de su vida. Es decir, por qué razones un personaje es capaz de matar o de morir. Creo que es una pregunta que un escritor debe hacerse siempre: ¿hasta dónde puede llegar un personaje para defender tal o cual aspecto de su vida? Aquí, en esta novela, Lali, que es una mujer que tiene un origen de clase media baja, y que ha escalado posiciones hasta casarse con el empresario Gustavo Rey, se siente amenazada cuando su marido le dice que tiene una amante y que la va a dejar porque está enamorado de esta otra mujer. A mí me parecía que este hecho es el que desencadena a los siguientes hechos de la historia. Esto genera en ella, en Lali, una aparente comprensión, de serenidad. Le dice que sea feliz, pero eso sí, el jueves tienen la boda de su sobrina y a eso no pueden faltar. Aún en las situaciones más extremas los “compromisos sociales” son algo que está más allá de todo. Sé que el hecho de que un marido le diga a su esposa que la va a dejar no es algo inusual, pero lo que quería introducir allí era un elemente nuevo es que lo toma ella con calma e, incluso, con buenos deseos. Pero eso al mismo tiempo revela el miedo que tiene el personaje a perder su estatus, sus propiedades, sus privilegios y perder su nombre.

–Pero otro elemento nuevo, que tiene relación a lo que te decía de la pregunta hasta dónde uno puede llegar para conservar lo que tiene, es que ella, Lali, contrata a un gigoló argentino para que seduzca a la amante de su marido y arruine su relación.

–En una reunión bastante conservadora comentó que ella contrataría a una persona así si su marido se fuera con otra. Me pareció interesante porque revela cosas que no esperaría de una persona así, pues lo dijo con toda calma. Pero ahora mi esposa ha visto en The New Yorker que en Japón hay una empresa que se dedica a ofrecer ese servicio. Eso lo acabo de descubrir. Y, bueno, allí está, con este argentino que viene para seducir a Josy, este elemento de la fantasía del amor. Las restricciones de la sociedad y la fantasía del amor son lo que mueven esta novela.

–En una entrevista dijiste que en el Perú hay una cultura del ocultamiento. Algo que está en esta novela y, además, en gran parte de tus novelas: La venganza del silencio o Cuerpos secretos, sólo por mencionar las que primero me vienen a la mente.

–Sí, creo que Lima es una sociedad como muchas, pero que durante siglos han practicado la idea de ocultar la verdad como un modo de supervivencia social. Nuestras familias prefieren que no se sepa qué parientes están enfermos, qué parientes están locos, que parientes son homosexuales, o los hijos que se tienen fuera del matrimonio. Creo que ahora menos, pero hemos tenido una cultura del ocultamiento basada en el terror al qué dirán. Hay un pasaje de la novela en la que alguien dice que hay menos suicidios en Lima, respecto a otras ciudades, porque la gente no se suicida porque temen al qué dirán. Y eso creo viene del hecho de que somos una sociedad colonial, hemos sido una sociedad virreinal bastante compleja. Y que la imagen social frente a la autoridad era un punto de reconocimiento. Ser bien considerado era una posibilidad abierta para acceder a puestos de gobierno en la sociedad colonial. Esto es muy antiguo. Justamente estoy escribiendo ahora una novela sobre la Perricholi.

–Para un escritor hombre los personajes femeninos son complicados de elaborar. Tú en esta novela trabajas sobre dos mujeres que son los personajes centrales de la historia, la esposa Lali y la amante Josy, pero incluso podemos añadir a la detective Sonia. Algo que no es nuevo, ya lo hiciste antes, pienso en El susurro de la mujer ballena, por ejemplo. ¿Cómo lo consigues?

–Es difícil entrar en el mundo femenino. Tengo que hacer esfuerzo. Cuando era joven y murió mi padre viví muy cerca de mis primas y de mis tías. Viví muy cerca del mundo femenino que, evidentemente, es muy difícil. Pero eso ayuda para entender costumbres.

–¿Por qué te decidiste por una detective?

–Para mí, a la hora de pensar en un detective, era importante que sea una mujer; creo que una detective tiene más sentido que un detective pues las mujeres son más perceptivas, son más observadoras de las conductas, son más observadoras de los lugares físicos. Cuando una mujer entra en una habitación se da cuenta de los detalles. Los hombres estamos más encerrados en nosotros mismos.

–Este personaje de la detective es muy importante en la novela y también tiene un aura de misterio que cierne sobre ella, lo que quizás la haga más atractiva como personaje. Algo hay en su pasado, algo la ha golpeado, por ello se identifica con la joven Josy…

–Tienes toda la razón. Muy bien observado. Ella piensa que Josy es alguien que también pudo haber sido ella. Suponemos que se enamoró de un hombre casado con el que tuvo un hijo, que aparece en la novela, y se supone que ese hombre murió. Eso es lo que sugiere la historia y no sabemos más. Hay una identificación. Y esa es una de las razones por las que ella busca resolver este caso.

–Hay una parte en la novela donde hay un giro y se pasa del melodrama al policial, por decirlo de alguna manera. Lo que me lleva a preguntarte por la estructura de la novela. ¿Cómo la planteaste?

–Yo voy definiendo una serie de secuencias. Y así voy anticipando lo que después voy a redactar. Primero voy planeando todo lo que va a ocurrir. Pero no todo. Planeo unas cinco o seis secuencias. Las escribo y mientras las escribo se me van ocurriendo nuevas secuencias. Escribo con unas cuatro o cinco secuencias por adelantado. Nunca hago todo el mapa de todo lo que va a pasar. Mientras voy escribiendo es que voy imaginando lo que podría pasar después en la historia. Hay una frase de Javier Marías que dice: un escritor va errando con brújula. Es decir, va explorando pero que tiene un instrumento de navegación. El mapa no está totalmente hecho pero hay un instrumento que te permite no ir a la deriva total.

–Sin ánimo de revelar el final de La segunda amante del rey, hay una imagen que me gustó mucho. ¿Cómo encuentras los finales de tus novelas?

–Es muy difícil, para mí al menos, encontrar un final. Pero una vez que lo encuentro no sé explicar por qué motivo es ese el final. José Emilio Pacheco, cuando fue mi profesor en la Universidad de Texas, me dijo que un buen final es como una cajita que se cierra y suena clic. Y nos decía en las clases: hay cajitas que cuando se la cierran la caja vuelve a subirse.