En un momento dado, Lorenzo Helguero pensó que no publicaría más poesía y decidió urdir una antología personal a manera de despedida. Por suerte, para aquellos que apreciamos sus propuestas poéticas –en libros como Boletos o En tiempos del cole, por citar solo dos de sus libros–, esa radical decisión se ha ido diluyendo. Sin embargo, la antología personal, que motivara el entusiasmo del entrañable, querido y estupendo poeta Eduardo Chirinos, ha salido por fin a la luz. Y es a raíz de esta publicación: Las voces aquí reunidas. Antología personal. 1993-2015 (Paracaídas, 2017), que nos reunimos para una charla sobre su poesía en el recinto ferial de la FIL Lima

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo surge la idea de realizar esta antología personal de tus poemas escritos entre 1993 y el 2015?

–Hacía ya un tiempo que quería sacar una antología porque hay algunos libros míos que no llegaron ni siquiera a librerías. Por ejemplo, el caso específico de Beissán o el abismo, que casi nadie conoce. Y otros libros que ya no se encuentran porque salieron en los noventa, que tuvieron, además, muy poca presencia en librerías. Y además también en un momento pensé que ya no iba a escribir más poesía. En el 2008 publiqué un par de libros de narrativa. En el 2012, una novela; en el 2014, un libro de cuentos. El último libro de poesía era del 2006. En un momento pensé que ya no iba a publicar nada de poesía. Entonces, pensé que me gustaría hacer un recuento de lo publicado, como una despedida a la poesía.

–Por suerte volviste a publicar poesía en el 2015…

–De pronto me di cuenta que sí quería escribir poesía. No fue una decisión mía, evidentemente. Sino que vino de pronto y me di cuenta que necesitaba escribir poesía. Pero ya tenía la idea de la antología. Y pensé en no sacar la antología hasta que no saque primero el libro de poesía 35 milímetros, que lo saqué en el 2015. Una vez que Salió ese libro, pensé que ya podía sacar la antología. Siempre pensando que sería una despedida. Al final, es muy relativo. Después también he escrito poesía. Pero cuando pensé que no iba a escribir, el año pasado, hablé con Juan Pablo (Mejía, editor de Paracaídas) y le gustó la idea. Y empezamos a trabajar el libro.

–Armar una antología personal le da la oportunidad al poete de ver su obra de manera panorámica. ¿Cómo fue ese proceso?

–Sí, definitivamente. En verdad, la antología la empecé a trabajar mucho tiempo antes. En el año 2008, yo quise sacar la antología. La tenía preparada. Ya había hecho la selección de poemas. Había vuelto a leer todo, claro, y me quedé con lo que consideraba era lo que más me gustaba. Y pensé que Eduardo Chirinos iba a acompañarme en este camino y en la presentación. Y, bueno, fue muy triste lo que pasó y por eso el libro está dedicado a Eduardo.

–¿Qué recuerdas de Eduardo?

–Eduardo fue una persona que me ayudó un montón, un amigo muy entrañable. Siempre me apoyó en todo momento, siempre leía lo que escribía. Entonces, quiero pensar que el libro es un homenaje a él, para Eduardo, a quien le hubiera gustado ver la selección.

–¿Eduardo llego a ver la selección de poemas?

–No. Le comenté. Estuvo entusiasmado. Pero quedó en nada en ese momento. Tuvieron que pasar muchos años para que se hiciera realidad el proyecto.

–Al inicio de la antología subrayas el hecho de que no buscas una voz particular sino que en cada libro hay una voz distinta. ¿Siempre fuiste consciente de eso o lo fue a raíz de releer tu obra?

–Siempre fui consciente de que cada libro era una voz completamente distinta. Incluso el primer libro que saqué era de sonetos. Y el segundo, unas prosas que no tenían nada que ver con el lenguaje ni con el estilo, era casi esquizofrénico. Pero sí, al volver a leer todo, me di cuenta que había algunos elementos en común. Por ejemplo, la rosa. El tema de la rosa está presente en Sapiente lengua, en Beissán o el abismo, en El amor en tiempos del cole. Hay algunos elementos que guardan relación. Pero, claro, el estilo es totalmente diferente. Las prosas de El amor en tiempos del cole no tienen, por ejemplo, relación con las prosas de Boletos. Son textos totalmente distintos. Y Eduardo siempre mencionaba eso, se sorprendía por las diferencias del tipo de discurso que había entre un libro y otro.

–¿Cómo construyes el poema? ¿Eres de los que corrigen mucho o de los que priorizan la espontaneidad de la primera versión?

–El momento de creación del poema me toma mucho tiempo. No soy de escribir un alud de palabras para después sentarme a corregir. No. Me tomo mucho tiempo pensando. Incluso, a veces escribo un poema y hay una palabra que no sé cuál es. Y lo dejo en blanco porque no encuentro esa palabra. Y puedo estar toda una noche pensando en una palabra. De hecho, mi primer libro es de sonetos. Y para hacer un soneto se requiere de mucha disciplina, pensar mucho. En el libro Poeta en Washington DC, que aparentemente es un verso libre pero en realidad no lo es, todos los versos son medidos: de 7, 11 o de 14 sílabas. Pero si uno los lee no se da cuenta. Pero escribir con una métrica recurrente le da un ritmo especial al poema.