“En Desastres naturales las escenas queman porque están llenas de verdad y de tristeza”, escribió Alberto Fuguet. Y como siempre, tiene razón. Pablo Simonetti, quien ha ido construyendo una obra narrativa importante, nos entrega ahora una novela, Desastres naturales (Alfaguara, 2017), en la que aborda el tema de la relación complicada y distante de un padre con su hijo, y el descubrimiento sexual en medio de la dictadura y la moral sofocante de aquellos años. Con un outfit impecable –que ya es su sello personal–, Simonetti acaba de terminar de conceder una entrevista y me saluda con un apretón de manos como preludio a una charla interesante.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo se origina Desastres naturales?

–Durante muchos años he tenido en la memoria muy fresco y muy vivo el recuerdo de una época que pasamos en el sur de Chile con mi familia. Y cuando terminé de escribir Jardín sentí la necesidad de escribirlo, pero no sabía la razón de por qué lo quería escribir. Y el miedo que me daba era que fuera una narración meramente anecdótica, sentimental, que no tuviera una línea narrativa, un motor, un centro narrativo que la impulsara. Entonces me dije, lo voy a escribir, porque si uno tiene estas memorias que te vuelven una y otra vez, por algo será. Y me puse a escribir ese viaje que parte con la erupción del volcán Villarrica a fines de 1971. Y al poco de iniciar me di cuenta de que estaba hablando de la relación del hijo con el padre. Y ahí me calzó una idea narrativa más amplia. Retomé ese hijo y lo re-escribí ya orientándolo a la relación del padre con el hijo.

–Luego de algunas novelas donde hablas sobre la madre –pienso en dos: Madre que estás en los cielos y la más reciente Jardín, abordas el tema del padre. Y el personaje Marco piensa en su padre a partir del infarto cerebral que padeció.

–Es la fragilidad lo que le permite hablar del padre. Me preguntaba previamente por qué empezaría a hablar del padre si nunca ha encontrado un vínculo que los una. Y de pronto esta fragilidad de su cerebro, que es la misma que experimentó el padre, es lo que lo hace decir, bueno, voy a visitar a esta figura que siempre la he tenido guardada en el desván.

–Y el punto de mayor conexión con el padre es aquel recuerdo de la infancia tras un viaje al sur…

–Claro, el hijo encuentra un punto de complicidad con su padre en el sur que en ningún otro lugar lo ha logrado conseguir. En ese momento el padre está privado de sus charreteras del hombre fuerte, del hombre proveedor, el dueño de su fábrica, un hombre con poder; un hombre que desde el punto de vista de la masculinidad tradicional está disminuido. Y es justo en ese momento este hijo con el cual no se acostumbra a encontrar en ningún tipo de circunstancia porque no es un hijo que responda a las ideas preconcebidas que él podría tener de su hijo, ni tenía la complicidad que tenía con el otro hijo, sobre fierros, y cosas así. Con este hijo, por primera vez, encuentra un lugar. Y la medición de la naturaleza que hacen, además pescan juntos. Ese es un momento muy especial para el niño y lo recuerda con tanta intensidad por esa cercanía que tiene con el padre. Y después eso se vuelve a perder. Y con la adolescencia y la aparición del deseo sexual, el hijo se siente cada vez más extraño de ese padre.

–Ese es otro tema de la novela, el descubrimiento de la sexualidad de Marco.

–Sí, el descubrimiento de la sexualidad pero en una circunstancia de completa represión. Está la represión de la dictadura. Y esa represión de la dictadura ha significado una fuerte represión cultural, los modelos de género han vuelto a ser muy marcados: la mujer doméstica, el hombre que sale a trabajar. La idea de la mujer como subsidiaria del hombre, todo pensado como en los campamentos militares, transmitido a la sociedad. Y él entra en su deseo que se presenta de la manera más natural que existe, como es el sentir deseo por quien te atrae. Y al mismo tiempo, no tiene ningún tipo de expresión que pueda ser asimilada a la vida familiar, a la vida afectiva de él. No hay posibilidad de tener una relación, simplemente él entra en encuentro sexuales de golpe, llevado por el deseo pero con mucho miedo y queda luego con mucha culpa. Para mí era importante mostrar cómo se vive la sexualidad en un ambiente sofocante de moral. El personaje se siente culposo, a veces humillado. Y no tiene con quién hablarlo. No puede hablarlo ni siquiera con el hombre con el que se acostó.

–La dictadura, que no recuerdo que haya estado en otras novelas tuyas, acá está muy presente…

–El tema de la dictadura ha aparecido en alguna novela anterior, pero destaca más aquí porque me pareció muy importante para la historia familiar, por supuesto, porque altera las posiciones relativas del padre, permite que ocurra este viaje el sur y después hace que el padre también se pierda. Toda la relación del padre con Pinochet, me parece que son paralelos virtuosos de la novela para entender las situaciones personales dentro de la familia. Y establecer este tiempo de negación.

–Me llamó la atención la estructura. ¿Cómo la trabajaste, hiciste un mapa previo o fue más espontáneo?

–No, mira, Madre que estás en los cielos tiene una estructura parecida a esta en el sentido de que va saltando de aquí para allá. Puede ser algo personal mío, pero a mí no me cuesta, no me resulta difícil hacer esas ilaciones a través del tiempo y saltando aquí y allá. Se presta también para estructuras cruzadas en las épocas. No me resulta difícil, la voy haciendo así, de manera espontánea. Lo que sí tenía claro en la cabeza es que contaba tres tiempos: el sur, el tiempo de la muerte y lo que viene después, y está el tiempo de la adolescencia de Marco. Y esos tres se van mezclando a lo largo de la novela.