María José Caro sorprendió gratamente con su estupenda novela Perro de ojos negros (2016). Sin embargo, ella ya había publicado antes un libro de cuentos bajo el título de La primaria (2012). Cinco de esos cuentos, más otros cinco escritos posteriormente dan forma a un muy interesante libro, ¿Qué tengo de malo? (Alfaguara, 2017), que se plantea como una mirada panorámica del paso de la infancia a la adolescencia de un mismo personaje. Un libro que además confirma el afiatado y personal pulso narrativo de su autora. La terraza del Starbucks de Larcomar es el escenario de una grata charla. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS.

–Si bien los cuentos uno los puede leer de manera independiente y se bastan solos, también puede verse como una novela de alguna manera.

–Sí, hay gente que me dice eso, que es una novela episódica. Y no estoy en desacuerdo con esa mirada. Pero sí, son cuentos que cierran por sí solos. Me interesaba hacer eso porque quería trabajar la infancia y la adolescencia de una misma persona a través de episodios pequeños que la marcasen. La idea era que, si bien es cierto los cuentos son independientes, el efecto de lo que pasa en el primero está presente en el segundo. Y así, como por acumulación, ya el personaje está mejor definido, cuando es adolescente y debe enfrentar a otras cosas.

–¿En qué momento decides encarar los cuentos bajo esa premisa?

–Todo empezó con un cuento que aparece en La primaria: “A mitad de la noche”. Escribí ese cuento y sentí que el personaje tenía más cosas que decir. Entonces pensé en hacerlo crecer hasta sexto de primaria. Me dije: voy a hacer cuentos alrededor de ese personaje. Y lo hice hasta los doce años. Y así se publicó La Primaria. Luego pensé que sería interesante ver cómo ese mismo personaje se enfrenta a la adolescencia donde los conflictos son más complejos y tienen que ver más con aceptarse uno mismo, con ver quién eres, qué quieres hacer con tu vida. Y cómo lo que arrastraba cuando era niña podía marcar lo que le pasa de adolescente. Hay una película que me gusta mucho Boy Hood, que la filman durante 12 años desde que el niño tiene 6 años. Dije: voy a hacer lo mismo. Hice cuatro cuentos en donde el personaje entra a la adolescencia e hice un primer cuento que es “Árbol de Navidad” porque quería que se note cuál es el quiebre de la familia.

–Claro, porque uno de los temas que articula el libro es el tema de la familia y su fractura…

–Claro. Mi idea era que el personaje se enfrente a situaciones de fracaso, de decepción y que empiezan primero con la familia…

–Con el padre, especialmente…

–Con el padre y este episodio de la noche. El padre se va, pelean con la mamá y se van al parque… Son como pequeños momentos que marcan al personaje, que se sitúan en un momento de la vida del personaje que es clave para ver en qué se transforma luego.

–Y hablando de momentos que marcan, un cuento nos habla de la primera aproximación del personaje de Macarena con la muerte. En el relato donde ocurre la muerte del abuelo paterno.

–Claro. Es un acercamiento con la muerte. Y además quería evidente en ese cuento que hay una suerte de reconciliación momentánea entre los padres porque la muerte es capaz de unirlos. Macarena dice: nunca nadie cercano se ha muerto, entonces no sabe procesarlo. Y es eso que tú dices. Pero hay ese momento en el que todo se disculpa y que solo sucede cuando ocurre un episodio trágico.

–Otra característica que veo, y que tiene relación con el título, es la necesidad de Macarena de encajar…

–El personaje trata de encajar todo el tiempo. Y nunca encaja. Es como una pieza que está allí y no encaja.

–Como en el cuento “Charcos”, por ejemplo, frente a las compañeras populares…

–Claro, y allí yo quería mostrar cómo es un colegio femenino de monjas. Estoy segura que el último lugar en el que pondría a mis hijos es un colegio religioso y de un solo sexo. Porque luego cuando entras a la adolescencia la manera en que te relacionas con chicos es distinta. Las monjas crean un microcosmos que creen poder controlar y al final las chicas terminan desinformadas. Allí puse de mi experiencia cuando las monjas botan a los chicos que van a buscar a las compañeras al colegio.

–Una de las virtudes que encuentro en tu escritura es la capacidad que tienes para contar ciertas cosas y al mismo tiempo generar una resonancia mucho mayor. ¿Qué tan consciente eres de eso?

–Soy muy poco consciente al nivel de símbolos cuando escribo. Lo que tengo muy claro son las imágenes. Un cuento que me costó mucho escribir es el primero, porque Macarena es más pequeña y casi no habla. Habla una vez en todo el cuento. Me dije: tiene que haber tal atmósfera que podamos sentir lo que ella siente, cuando ella es casi un personaje fantasma. Y allí hay un juego porque ella tiene un pijama de Gasparín. Como una niña fantasma. No soy muy consciente del eco que está. Sí sé que hay algo detrás, pero no sé exactamente cómo lo genero. Creo que soy minimalista y pienso en escenas.

–Y tiene que ver con la influencia de lo audiovisual.

–Sí, tiene que ver con lo audiovisual, sin duda. Y una de las razones para que el personaje crezca era que quería mostrar una época, la época en la que me volví adolescente: los años 2000. Y que creo que ahorita, los escritores contemporáneos fueron niños en los 80. Yo soy niña de los 90 y adolescente en los 2000. Y hay un tema importante allí. Creo que mi generación es la primera que ha usado internet de forma social. Cuando estaba en segundo de media chateaba en el Messenger. Quería que se note esa época. A mí lo pop siempre me acompaña. Quitar lo pop de lo que escribo me parecería injusto y forzado. Para mí lo natural es lo pop. Tú puedes influenciarte de los libros pero también de la televisión.

–El personaje que aparece en estos cuentos se llama igual que la de tu novela. Sin embargo, no es la misma Macarena…

–No llega a ser la otra Macarena, porque la otra tiene una biografía distinta. Pueden ser la misma en cuanto a la manera en que afrontan el mundo. Una Macarena adulta lo afrontaría como la de Perro de ojos negros y una Macarena niña y adolescente sí, pero son biografías distintas. Macarena en Perros de ojos negros no tiene un hermano. Hay un montón de cosas que no están, pero la esencia de los personajes es la misma: la manera de afrontar la vida, que se parece a la mía.

maría josé caro en larcomar. | foto: cms.