Leí por primera vez a Pedro Llosa Vélez en el 2002, cuando llegó a mis manos un ejemplar de Viento en proa, libro con el que ganó el Premio Dedo Crítico de aquel año. Una muy interesante ópera prima que me hizo estar pendiente de la aparición de sus libros posteriores (Protocolo Rorschach -2005- y Las visitaciones -2015-). Lo conocí personalmente hace un par de años cuando nos juntamos para charlar sobre Las visitaciones en el café de la librería del Fondo de Cultura Económica, el mismo lugar que nos acoge para esta nueva charla. En esta ocasión, para charlas sobre La medida de todas las cosas (Emecé Cruz del Sur, 2017), estupendo libro cuyos relatos son, como escribiera Mario Vargas Llosa, “excelentes, sin ninguna que falle o debilite el conjunto, y todas muestran la seguridad y maestría de un narrador que se acerca o se aleja, se exhibe o desaparece para impregnar de misterio, dramatismo, nostalgia o humor aquello que cuenta”.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS
–¿Cómo se fue gestando este libro, cómo fueron apareciendo los cuentos y cómo adviertes que pueden conformar un solo corpus?
–De alguna manera, cuando empecé a escribir algunos de estos cuentos, no tenía idea de que iban a ser parte de un cuerpo más grande. Hay algunos cuentos que fueron publicados en las ediciones del Premio Copé, en diferentes ocasiones. En su momento, trabajaba en un cuento y me demoraba, lo iba puliendo. Y así fueron dándose unos tres o cuatro cuentos. Siempre he pensado que el principal factor antologador de un libro de cuentos son las inquietudes de ese momento. Y así como en algunos libros anteriores se ve algo que el autor quiere en todos los cuentos, sentí que acá había unas preocupaciones políticas que estaban presentes de una u otra forma, que había la inclusión de lo político como teoría dentro de la vida cotidiana, de la pareja, de los espacios de trabajo.
–El libro está divido en dos partes…
–Sí, hace dos años se me ocurrió que el libro podía tener una primera mitad en donde las historias fueran solo de parejas y en donde lo político se filtrara en la cotidianidad. Y luego otros tres que tuvieran muchos más personajes, más voces y que estuviera el tema político pero menos individual y más grupal. Tenía un cuento que cerraba la primera parte, pero me faltaba el sexto cuento que cerrara la segunda. Sentía que ese cuento debía tener ciertas características muy particulares que redondeara el libro. Y eso me ha demorado la publicación del libro. Tenía los cinco cuentos, que revisaba y pulía, pero me faltaba ese sexto. Hasta que lo pude trabajar desde finales del 2016, pero sobre todo en el 2017.
–No sólo es un cuento que cierra esa segunda parte sino que es un buen cierre de todo el conjunto.
–Creo que ese cuento resume la preocupación central del libro que es la medición. La valoración del otro, de las cosas. Creo que recoge ese espíritu, y por lo tanto me pareció un buen cierre. Esa idea de la simetría creo que ha quedado bien. Creo que he podido mostrar lo que en un momento imaginé.
–Hay en los personajes de tu libro una necesidad de reflexión permanente…
–Sí, los personajes necesitan esa introspección permanente. Ese preguntarse por todo. Y en muchos casos, para caer en un escepticismo o para sobrepasarlos, que creo es lo que me define a mí como persona. Nada es tanto así, nada es como parece o como se cree.

–Ahora que mencionas a personajes que caen en el escepticismo, recordé haber leído que algunos encuentras una influencia de Onetti. ¿Lo ves así?
–En el primero, porque tiene un epígrafe, ¿no? Efectivamente, cuando escribí ese cuento, hacía el final, sentía que había partes que se parecían a una escena de Onetti, y era la de estas fotos torturadoras. Y efectivamente recordé En el infierno tan temido. No sé si es un homenaje, pero sí un agradecimiento, si quieres verlo así, de quien lo ha leído. Pero fuera de eso, no lo veo así.
–¿Cómo tomas este libro dentro del conjunto de tu obra?
–Creo que sin proponérmelo las historias han ido creciendo en tamaño. Y, bueno, también en forma y espero que también en contenido. ¿Cómo lo ubico en mi obra? Creo que es un avance frente a lo anterior. Y es lo que siento con todos los libros, que he superado en algunas cosas al anterior. Enfocándome en cosas que antes no me llamaban la atención. Por ejemplo, esa simetría que no la tenían los otros cuentos. Incluso, algunos me han dicho que los cuentos pueden leerse casi como una novela, por que los personajes no necesariamente están tan lejanos unos de otros. Y esa exploración me ha dado mucho gusto hacerlo. Creo que todos los libros son especiales, pero creo que este es un libro que no podría volver a hacer muy fácilmente.
–Mario Vargas Llosa en una columna reciente tuvo comentarios elogiosos de este libro. ¿Cómo tomaste aquello?
–Fue una sorpresa, una gran sorpresa. No esperaba que fuera a desear hacerlo, y luego hacerlo, que son dos cosas distintas. Supe que le gustó el libro anterior, y es algo que menciona allí. Pero pensaba que no lo iba a escribir. Me ha dado mucho ánimo. Es una alegría bien personal. Siento casi como si ese artículo no fuera un artículo sino una carta. Al final sabes que es algo que te queda en el corazón. Siempre has leído sus Piedra de toque y que te dedique una es algo bien bonito. Pero dentro de ese escepticismo no pienso que vaya a significar más, no necesariamente. Puede que traiga algunas cosas buenas para el libro, o puede que no, que solo quede en ese espacio. Lo bueno de los libros es que lo máximo que puede hacer otras personas por ti es invitar a otros a que lo lean. Y serán los otros los que decidan leerlo o no.
–Los cuentos de este libro, como conversábamos, son más extensos. Eso podría llevarnos a pensar que tienes en mente una novela. ¿Piensas en ello?
–Sí, pienso en la novela, pero no como alguien que dice “ahora sí vamos a escribir una novela”, sino como aquella plataforma más idónea para la historia que quiera contar. El que iba a ser el sexto cuento de este libro, que no lo fue, era otra historia que por las circunstancias se me fue alargando. Traté de convencer a los editores de poner un cuento de cien páginas. No me dijeron que no, pero yo mismo no estaba convencido, pues se me iba de las manos. Y lo que pensé que iba a quedar en 80 páginas, se fue convirtiendo en 120. Y me dije: hay que aceptarlo, esto tiene que ser una novela. Siempre he sido escurridizo al género, pero esa es la historia que quiero contar ahora.

pedro llosa en la librería del fce en miraflores. / foto: cms.