Margarita García Robayo aterrizó en Lima para participar, como una de las invitadas internacionales, de la segunda edición de La Independiente, feria de editoriales peruanas, organizada por el Ministerio de Cultura y la EIP (Editoriales independientes del Perú). Ella ha presentado Primera persona, una selección de sus cuentos publicada, en una bonita edición, por la editorial Peso Pluma. Una nueva oportunidad para charlar con ella, ahora en la cafetería del Hotel Las Lomas, en San Borja, donde se hospedó.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–Has publicado dos libros de cuentos, pero varias antologías, como ésta que presentas ahora en Lima: Primera persona. ¿Cómo seleccionas los cuentos? Lo pregunto porque a pesar de ser relatos que pertenecen a libros distintos presentan cierta unidad…

–En los libros de cuentos el orden lo decido yo según lo que quiera contar. Los cuentos tienen que tener para mí como vínculos entre ellos, así sea de tipo estético, y generar algo que sea como una unidad narrativa. En las antologías un poco también. Lo que pasa es que los cuentos no están producidos para ser como hermanitos, ¿no?, es decir, para estar juntos en una publicación. Entonces cuesta más el trabajo de curaduría, si se quiere. Y justamente ese fue el desafío en Primera persona, esta colección que la hice conjuntamente con los chicos de Peso pluma, diera como la sensación de algo que empieza y termina. Y el criterio fue una narradora refiriéndose a distintos tópicos, en distintos momentos de su vida. Con todas esas distancias temporales, para mí se consiguió armar algo que da la sensación de una voz continua.

–Escribes cuentos y novelas. ¿Cómo determinas si una idea se presta más para una novela o para un cuento?

–Creo que eso es algo muy intuitivo, pero también he aprendido con el tiempo a detectar si una idea me da para un cuento o para una novela. En mi caso, porque creo que es distinto con diferentes escritores, la novela tiene para mí una dosis más de introspección, quizás un poco más parecido a lo que pasa en estos textos (Primera persona) como de indagación y de abordar temas un poco más existenciales. Y los cuentos tienen una fijación un poco más técnica, de empezar y terminar algo, de contar una historia que, si bien puede tener todas estas connotaciones, lo que el lector recibe a cambio es una historia que empieza, que termina, que tiene una serie de recursos en el medio, que está contada de determinada manera. Y en ese sentido, con la novela me doy un poco más de libertad.

–¿Te sientes más cómoda en alguno de esos géneros?

–Según el momento, la época y según la idea, también. Últimamente, la verdad, solo se me ocurren novelas. Como que tengo tres ideas y las tres son de novela. No sé. El formato del cuento me gusta mucho, lo disfruto mucho. Y es, en mi opinión, bastante más esforzado, porque necesita condensar en menos espacio todo eso que quieres decir. Y creo que tiene un trabajo técnico que requiere mucho trabajo. Y no es que en estos momentos tenga pereza, sino que realmente tengo poco tiempo para dedicarle a mi escritura, porque tengo dos hijos muy chiquitos, y tengo mucho tiempo, eso sí, como para pensar y hacerme preguntas. Y caso como para hacer ejercicios cotidianos, filosóficos, y creo que eso desemboca en las ganas de escribir una novela más que un cuento.

–A pesar de ello, siempre has defendido el cuento como un género importante, a pesar de lo que se suele decir: que no es comercial como la novela…

–Siempre, toda la vida han dicho eso: que los cuentos son menos comerciales. De hecho, en las editoriales te pagan mucho menos por un libro de cuentos que por una novela. Me parece un despropósito porque creo que los cuentos además de ser un género maravilloso, buenísimo, como formato creo que es bastante práctico, por ejemplo, para lectura en un transporte público, empiezas un cuento y lo terminas. Una novela, en cambio, requiere de un estado de ánimo en el que te metas de cabeza, como un fluir continuo. En los cuentos como que te permite entrar y salir de la piscina. No sé por qué comercialmente no lee de esa forma. Claramente no sería una buena vendedora (risas)

–Cambiando un poco de tema. Hace poco Mario Vargas Llosa escribió algo así como que en la actualidad el principal enemigo de la literatura era el feminismo radical. ¿Cómo tomas eso como autora?

–Realmente en la práctica, en mi entorno habitual, Vargas Llosa no tiene ningún peso. Lo que dice es residual, no siento que tenga ningún peso. A nivel de discurso, mucho menos. No lo considero. Para mí no influye lo que diga o lo que deje de decir. Ahora, es cierto que hay como que todo el mundo está volcado a hablar sobre el feminismo y de las mujeres en la literatura. No puedo pensar en una sola causa feminista que no apoye. Las apoyo todas. Ahora, cuando desde la literatura me llaman feminista, o me llaman para una mesa a hablar sobre cómo escriben las mujeres, me siento una atracción de circo; no me gusta nada. No me gusta participar en ese tipo de iniciativas. Siento que se me reduce demasiado. Por qué no me invitan a una mesa con mujeres o con hombre, lo que sea, para hablar de la literatura y no de la literatura escrita por mujeres. Es como si dijeran: “Ay, es mujer y escribe… ay, es un mono y hace volantines”. No es exótico, las mujeres escriben desde que están alfabetizadas. Es cierto que es un grupo que ha sido marginado a lo largo de la historia y que tienen sus propias reivindicaciones. Dentro de la literatura siento que si hay mujeres que ahora mismo están en el foco, y narradoras jóvenes o viejas que estén como en boga, tiene que ver no con que son mujeres sino que son buenísimas. Porque realmente son buenísimas. Y hombres, mujeres y niños lo dicen. Me parece muy pernicioso, muy nocivo, cuando se nos pone en un cuartito de “estas son las mujeres y además escriben”. Me parece horrible. Y en ese punto tengo distancia. Pero apoyo a toda causa feminista. Me parece genial que haya reivindicaciones. No me gusta cuando se me pone dentro de la literatura en un lugar absolutamente reducido y como freak.

–O como cuando se exige una cuota de género, de lo que no están de acuerdo escritoras como Samanta Schwebin…

–Sí, es un tema polémico. Tengo un montón de amigas escritoras que están a favor de la cuota. Yo no estoy a favor de la cuota ni en la literatura ni en el arte en general. Porque además no la considero necesaria. El otro día hablaba con una amiga escritora de este tema y pensábamos en Frida Kahlo. Nadie pensó en ese momento, cuando Diego Rivera hacía sus murales y hacia reuniones en su casa, y en las fotos aparecía Diego Rivera con sus amigos y atrás, agazapada, como la mujer de Diego Rivera, aparecía Frida, nadie daba un mango por ella. ¿Y quién está ahora en las tapitas de Coca-cola? ¿Quién quedó para la posteridad, quién se ganó ese lugar? Por la potencia de su obra y por lo que fue, ella. Y nadie dijo: ah, porque es mujer y tatatatatá. Y así hay un montón de ejemplos. Creo que las mujeres que están, están porque tienen que estar, porque se lo ganaron. Y ojalá hubiera muchísimas más, pero no creo que necesiten un empujón de nadie. Lo que sí creo que está muy mal, pero ese es otro tema, que sobre todo desde la institución o desde el Estado, y en realidad desde la cabeza patriarcal que un poco todos tenemos, cuando nos preguntan cuáles son los escritores más importantes, en seguida se nos vienen nombres de hombres, porque tenemos instalado eso, porque nadie hace un esfuerzo adicional por decir: ah, pero hay mujeres como tal y tal. Y no hay que hacer mucho esfuerzo porque están y sin increíbles. Entonces, cuando vemos una lista de puros hombres en un evento de literatura sí parece sospechoso, porque no es que no haya mujeres, hay un montón. Solamente que se les olvidó porque tenemos esa inercia horrible que nos lleva a pensar primero en hombres y luego en mujeres.

–Finalmente, y volviendo al libro, qué significa para ti, como autora, la publicación de este libro, aquí en Lima, por una editorial independiente como Peso pluma.

–Me encanta. Como sabes, suelo publicar con editoriales grandes también. Como que circulo un poco por los dos carriles. Me gusta mucho cuando publico con una editorial pequeña porque es otro tipo de trato. Me encanta el trabajo que hacen. Ahora vengo a La Independiente y veo que los títulos que tienen son alucinantes. Y me parece genial, como que este material no podía estar mejor en otra editorial, que se merece este lugar que es un buen lugar. Ahora en Colombia sale con otra también chiquita que se llama Laguna y en Argentina sale con Alto pogo.

margarita garcía robayo en el hotel las lomas, en san borja. / foto: cms.