Una suerte de viaje al pasado. Un escritor peruano radicado en España que emprende la escritura de un libro para repasar, a modo de balance, su amistad interrumpida con un compañero de colegio. Así se despliega la trama de Algún día este país será mío (Alfaguara, 2018), la más reciente novela de Sergio Galarza. Una novela en la que a través de la relación de estos dos personajes, el autor nos ofrece una mirada del país en aquellos años de terrorismo y dictadura. Galarza está de paso por Lima para presentar este libro. Y sobre él charlamos en la sala de la casa de sus padres, la de su infancia, infancia que está muy presente en la novela. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo así decides escribir Algún día este país será mío, esta novela en la que repasas tu infancia y primera juventud, y además la Lima de los noventa?

–Es una historia que durante los últimos años me he ido contando más que nunca. Sobre todo porque como vivo en España y estoy casado con una española y no tenemos un pasado en común en cuenta a historia política y social. Entonces, en los pocos tiempos que nos dejan los niños, nos contamos nuestras batallas del pasado. Le cuento, por ejemplo, sobre mis hazañas en el colegio. Además, cuando surge un tema que tiene que ver con el machismo, por algo que vemos en la tele, yo tengo mucho para contarle en base a mi experiencia. Lo he estado repasando mucho. Además, este año son las bodas de plata de mi colegio. No voy a ir, pero les dejo este libro como regalo.

–Más allá de la historia de la amistad de los personajes, el libro echa luces nuestra sociedad en una época particular…

–Me di cuenta que la historia de estos chicos, de este colegio, era en sí la historia de la sociedad. Y es la historia de la violencia, de esta violencia utilitaria que es la solución a todos nuestros problemas según los liberales, según la derecha. La derecha critica a la izquierda también por dar, digamos, el visto bueno al uso de la violencia. Una izquierda irresponsable, que durante muchos años no se pronunció como se tenía que haber pronunciado frente al terrorismo. O respecto a las dictaduras de izquierda. Y aún a una parte de esa izquierda le cuesta plantarle cara a los dictadores. Creo que la izquierda necesita madurar.

–¿Llegar a las a los 40 es otro motivo que te vuelva a esa mirada hacia atrás?

–Cuando pasas los 40 das un vistazo atrás para explicar tu presente, ¿no? Porque, claro, todos tenemos problemas y queremos saber de dónde nacen estos problemas. O cuando recordaba los complejos que había vivido, quería explicarlos. Es una historia que en lo personal me sirve para todo eso. Y me parece una historia actual, porque los problemas que tenemos como sociedad no han cambiado, más bien se han intensificado. Hablo de los 80, de los 90, ya estamos en el 2018 y sigue sucediendo lo mismo.

–Algunos señalan que esa necesidad de dar una mirada hacia atrás, que surge al llegar a los 40, explicaría la coincidencia de que varios autores contemporáneos tuyos escriban libros autoreferenciales sobre sus pasados…

Sí, pero sin embargo no veo cuestiones políticas en esos libros. No veo que se metan dentro de lo social, dentro de lo que somos como sociedad. A mí es un tema que me interesa. No me interesaba contar simplemente la historia de una amistad. A quién le puede interesar saber quién fue mi mejor amigo, cómo rompí con ese amigo, cuál es el vacío que dejó y qué provocó eso. Me parecía que era una historia política, pues cada uno representa una ideología y son ideas irreconciliables en la novela. Según cada uno se va radicalizando, se van alejando. Y ninguno da su brazo a torcer. Además, ambos representan las miserias de cada ideología. Y también la miseria de las personas. Porque si te das cuenta lo que los hermana son sus defectos, sus vicios. El que ambos cosifiquen a las mujeres, porque ambos están deseando ascender en lo social por medio de la imagen de una mujer atractiva de tipo occidental, porque están alienados, porque es lo que han consumido en la televisión. Es la forma como ellos pretenden escapar de sus complejos. Son clasistas, racistas, se niegan a sí mismos, porque son incapaces de aceptarse como cholos. Yo allí veo que la izquierda y la derecha, por sus miserias, siempre serán iguales. Y creo que queda claro en el libro.

–Tanto el protagonista del libro como el amigo, o ex amigo, tienen un concepto de las mujeres anclado en el machismo. ¿Temes recibir alguna crítica desde del feminismo?

–El libro es una invitación al debate. Ya en lo personal acepto todas las críticas que quieran. Estoy a favor de todas estas reivindicaciones, de esta exigencia de igualdad. Pero no podría ponerme delante de una marcha ni ser una voz autorizada para siquiera hablar del tema, porque cometo muchos errores, y soy de forma inevitable machista. Está dentro de mí, es como mi ADN. Yo intento corregirlo. Intento no agredir más que nada. Hay situaciones en las que me doy cuenta, o me hacen ver en realidad. Siempre es mi mujer la que me lo hace ver, me dice “¿te estás dando cuenta?” Incluso en cosas muy sutiles me dice: “Acá hay machismo, lo que pasa es que lo tienes tan aceptado, tan dentro…” Reflexiono y lo acepto. Este libro es una invitación a plantear varios debates. Y uno es ese.

–Un amigo me decía que a partir de tu libro anterior, habías te habías volcado a lo autobiográfico. Sin embargo, pienso en Pienso en paseador de perros, tu primera novela –incluso en varios de tus relatos– y ese tinte autobiográfico está presente…

–Creo que se debe a que  muchos de esos libros no han circulado tanto aquí, y yo vivo fuera. Creo que recién como el libro anterior se publicó aquí, y vine a hacerle publicidad, hay gente que recién me descubre o me conoce y piensan que he hecho un cambio. Pero no, mi literatura siempre ha sido esto. Yo de forma inconsciente, por lo que he vivido, he buscado ser un personaje. Y al final lo que he vivido me sirve como materia para escribir libros, para contar ficciones que nacen de una experiencia personal. Seguramente seguiré contando cosas de las cuales tengo conocimiento de primera mano. De otro forma no sé contar historias.  

sergio galarza en la casa de sus padres en lima. | Foto: cms.