Jorge Eduardo Benavides estuvo de paso por Lima para presentar su más reciente y premiada novela El asesinato de Laura Olivo (Alianza literaria, 2018). Se trata de una novela de género, un policial, cuyo protagonista es el detective Larrazabal, un peruano de raza negra afincado en España. La novela ganó el prestigioso Premio Fernando Quiñones y sobre ella charlamos con Jorge Eduardo en el lobby de un hotel miraflorino. La novela la pueden encontrar en la cadena de librerías La Familia, entre otras.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo se origina El asesinato de Laura Olivo? ¿Hubo una ideo o imagen como disparador de la historia?

–Sí, en este se unen dos cosas distintas. Por un lado, quería contar el mundo editorial. La relación, entre bastidores, que hay entre escritores y agentes. Y aunque en el Perú no hay agentes, sí se sabe quiénes son sus representantes, quién se encarga de vender tu libro, de negociar mejores condiciones. Pero es una relación en muchos casos tempestuosa. Claro, a los escritores que les va muy bien no, pero a la clase trabajadora de los escritores, al más del 80%, pues vivimos pendientes de que haya buenas ventas. Y eso genera muchas susceptibilidades. No digo que las relaciones sean malas, pero son bastante inestables en ese sentido.

–¿Y la otra razón?

–Eso por un lado, y por otro, tenía un personaje, Larrazabal, que apareció en un cuento que escribí hace mucho tiempo, y que me pidió Javier Arévalo para una colección que sacaba un periódico. Me pidió una novela policial. Y yo no quería escribir de género, así que la titulé El último caso del colorado Larrazabal, que era como decir: primera y última. Y sin embargo quedó flotando ese personaje. Y cuando me di cuenta, la historia literaria, al ser un poco paródico, tenía ciertos componentes que se prestaban al crimen y tomé a mi viejo detective y lo puse a andar. La idea surge de dos elementos distintos.

–Cómo así te animas por la novela policial, un registro que salvo por el cuento que mencionas no habías explorado…

–A mí me gusta mucho el género negro. Y por otro lado, me gusta siempre saltar un poco de temas. Hay escritores que tienen temáticas mucho más cerradas y a me gusta más la exploración, abierta a posibilidades que representen un desafío. Las novelas de género, sea histórico, que es lo que a veces hago, o policiacas, tienen que responder a unas claves para que sean admitidas como tales. Pero, por otro lado, si esas claves se exageran se convierte en parodia, en clisé, con lo cual se desmorona una trama más honesta, más limpia. Eso es un desafío para un escritor.

–Un tema importante en la novela es justamente el de la inmigración…

–Sí, me interesa mucho porque en el fondo es un tema que me gusta: el de la identidad. La identidad es un elemento bastante precario en las sociedades actuales. La migración tiene una importancia en ello. Larrazabal es un señor de raza negra, peruano, de origen vasco, que se siente un poco vasco, que lo miran un poco raro, que tiene una novia marroquí, que vive en un barrio multicultural. Y todo eso es un poco el compendio de lo que pasa un poco en nuestro mundo. Más aún en territorios como España, con tanta migración. Me interesaba eso, pero yo escribo básicamente una novela negra y que tiene otras pequeñas capas que me resultaban inevitables de mirar porque ya lo había intentado con una novela anterior, Un asunto sentimental, o con El enigma del convento, sobre un peruano que pelea por la causa española pero se sigue creyendo peruano y arequipeño y vive escindido entre estas dos realidades. Ese fue mi interés aquí, ahondar en ese tema de la identidad.

–Me preguntaba, antes de que me contarás del pasado de tu personaje, por qué habías escogido que éste sea peruano. Y pensé, más allá de poder estar cerca del Perú a través de la ficción, en que te permitía una mirada crítica a ciertas taras sociales que aún padece nuestro país.

–Claro. Larrazabal es muy crítico con cosas malas del Perú, por ejemplo, la impuntualidad. También hace una comparación de las cárceles cuando va a la cárcel de mujeres y habla de lo que ve. Él es un policía muy honesto que ha salido del Perú por un problema con el fujimorismo y el narcotráfico. Hay otro peruano, su compadre Tejada, que es abogado de migraciones, y que también ha tenido problemas con el fujimorismo. Entonces, efectivamente, como bien observas, es una manera de decir que los inmigrantes no sólo extrañamos al Perú y tenemos nostalgia de la rica comida, sino también que nos sigue doliendo una sociedad como la nuestra con mucha corrupción y con un clasismo muy grande, que nosotros sabemos que existen y hay que denunciar. Y las novelas a veces sirven para eso también.

–¿Y la estructura? ¿Cómo se da en tu caso, sueles tener una idea clara antes de escribir?

–Suelo hablar que hay escritores de brújula y escritores de mapa, yo soy un escritor de mapa, un escritor que necesita una estructura porque no soy intuitivo para escribir. A mí me cuesta un tipo de esfuerzo, porque los escritores de brújula hacen el suyo evidentemente, pero necesito marcar las pautas de lo que va a pasar, como en una novela como esta que debo saber qué tengo que contar en cada capítulo. Aunque finalmente son una declaración de intenciones porque luego la novela va creciendo.

–Finalmente, cómo tomas el Premio de Novela Fernando Quiñones que obtienes con esta novela.

–Los premios son primero un estímulo y un reconocimiento de tu trabajo. Y eso siempre viene bien. Pero, sobre todo, de manera pragmática, son una buena plataforma de difusión para las novelas que uno escribe y que de otra manera pasarían un poco más desapercibidas en la vorágine de títulos que salen todos los años, en un país como España en que salen cientos de títulos al año. Hay que pelear por tener un poco de visibilidad. Entonces, los premios son un buen respaldo porque permiten que esté tu cartel en las vitrinas de las librerías, en las estaciones de tren, en los aeropuertos… Y, por otro lado, un premio como el Fernando Quiñones, que va a cumplir 20 años y que lleva el nombre de un escritor magnífico, siempre es un honor para los premiados. Y para mí de una manera especial porque me gusta mucho.

jorge eduardo benavides en lima. / foto: cms.