No sólo se trata de un autor con una prosa exquisita y un inigualable manejo del humor, Luis Freire Sarria es, sin duda, una los escritores peruanos más premiados. Gran parte de su obra novelística ha sido galardonada. Hace poco acaba de publicar El bizco de la calle Roma (Emecé Cruz del Sur, 2018), una novela que narra las aventuras y desventuras de un niño con problemas de estrabismo. Freire transita desde el realismo hacia lo fantástico en permanente clave de humor. Un libro imprescindible, de lectura obligada. La cafetería de la librería del Fondo de Cultura Económica es el inmejorable escenario para una gratísima charla. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–Tus primeros libros son de textos breves. ¿Cómo llegas a la novela?

–Empecé a escribir novelas a los 55 años. Antes había publicado cuatro libros de textos breves. Libros artesanales, prácticamente, sin ninguna trascendencia que se han perdido. Parecía condenado a ese género mínimo, hasta que me salió la primera novela, en el 2002, que ganó el premio de la Bienal de Novela corta de Barranco. Pero si te das cuenta era una novela construida en base a textos independientes, como la novela del siglo XVI, que era como las aventuras de tal personaje. Y en cada capítulo se cerraba una historia. No es una estrategia racional, es simplemente que me sale así. No puedo escribir de otra manera.

–¿Cuál es la génesis de El bizco de la calle Roma, tu más reciente novela?

–Había terminado una serie de novelas cortas de 60, 70 páginas y me preguntaba de qué escribo ahora, pues siempre debo estar escribiendo. No puedo dejar de hacerlo. Me angustio si no estoy escribiendo algo. Dejar de escribir es como dejar de existir. Bueno, ya toqué mi adolescencia en El sol salía en un Chevrolet amarillo, la juventud la toqué en El perro sulfúrico. Qué me queda. La infancia. Pero en mi infancia no pasó nada. Voy a ordenar recuerdos, me dije. Y entre los recuerdos como cuando uno hace un punto en tejido, empecé a tejer lo que se me ocurriera, no respetando la realidad, sino tomando la realidad como un punto de partida para llegar a la ficción y a lo fantástico, si es posible, sin ninguna limitación.

–Aparentemente es un libro de autoficción, pero no…

–Sí, eso hago, traiciono la autoficción con un libro de aparente autoficción.

–Chaclacayo ya había aparecido en otra novela, me parece que en El Führer de niebla. ¿Hay un impulso de nostalgia?

–No es nostalgia, es recuperación como pretexto para la ficción.

–La memoria como materia prima…

–Sí, la memoria como materia prima. No soy nostálgico. De hecho, puedo añorar Chaclacayo, pero no añoro mi infancia, no siento por ella nada especial. Mis padres me trataron bien, no he tenido ni un padre castigador ni un general. No es nostalgia. Tú en Bryce sientes la nostalgia por un tiempo perdido. Yo no siento esa nostalgia. La nostalgia nunca me ha movido. No soy una persona que se aferra al pasado. Temo al futuro, sí, porque este país asusta.

–Una constante en tu obra es el humor…

–Sí, pero no es humor por humor. Es una manera espontánea de escribir. Son las ocurrencias que me vienen a la cabeza. No son necesariamente graciosas, en el fondo de muchas de ellas late un trasfondo de crítica, a través de cosas simplemente muy alocadas, poco comunes. Tú verás que en el Perú no hay escritores que escriban cosas así. Sí en otros lugares. Quizás más en Argentina. Rafo León dijo alguna vez que mi humor no era peruano, y quizás por ello no pega tanto.

–Nuestro humor, me refiero al peruano, es bastante chato…

–Sí, bastante chato. Y los escritores peruanos no suelen cultivar el humor. Salvo Bryce, no hay más. Bueno, está Ricardo Palma, que tenía una ironía de “viejito sapo”. Pero no hay más. Somos demasiado serios. Todo aquí es trágico. El ¨Perú es trágico, por otro lado, lamentablemente. Y por eso los escritores tienden a reflejar la realidad.

–Pero tú a partir del humor despliegas una mirada crítica de la realidad…

–Es que el humor para mí no es un fin mismo, es un camino para entrar a la realidad. No es el único que uso, claro. El humor también es poesía, es una manera de hacer poesía porque usa imágenes. Para mí es un camino que me permite penetrar en la realidad y juzgarla. Es una actitud espontánea, no es una estrategia racional.

luis freire en el café de la librería del fce, en miraflores. / foto: cms.