Luisgé Martín estuvo de paso por Lima para participar en la Feria Internacional del Libro (FIL Lima 2018). Además de participar en varios conversatorios, presentó su más reciente libro, El amor del revés (Anagrama, 2016), una suerte de autobiografía sentimental de un adolescente que descubre su homosexualidad. Un libro conmovedor, honesto y valiente. Y sobre él conversamos en una de las salas del Hotel Los Delfines, en San Isidro. La novela la pueden encontrar en el stand de Océano, en la FIL (Parque Los Próceres, Jesús María).

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–¿En qué momento decide o descubre que tiene que escribir El amor del revés?

–Hay un momento que no te sabría concretar, pero que hace bastantes años en los que me doy cuenta que estoy dándole vueltas a historias inventadas que recrean o que hablan de algunas cosas que me han pasado a través de personajes creados. Y me doy cuenta que probablemente lo que tendría más valor era contar mi propia vida. Creía que en mi vida había una serie de hitos que resumía lo que había sido la vida para un montón de homosexuales de varias generaciones en España. Y no solo en España. Porque en España tenía sus particularidades, pero el comportamiento era casi igual en Europa, en Latinoamérica y ya no digamos en el resto del mundo. Hay un momento en que decido que algún día escribiré este libro. Siempre tuve la idea de que era un libro que escribiría más tarde de lo que lo he escrito.

–¿Y eso por qué?

–Probablemente por razones familiares. Porque vagamente sabía que en ese libro iba a contar algunas de las partes más oscuras o más sórdidas de mis búsquedas sexuales. Pensaba que podría ser desagradables de conocer por mis padres, fundamentalmente. Pero llegado el momento, cuando acabé mi anterior novela, La vida equivocada, me apetecía muchísimo cambiar de registro, abandonar la ficción, vi claramente que era el momento de escribir El amor del revés. Y tampoco me lo pensé mucho. Me senté primero a desempolvar las cartas, los diarios, todo el material documental que tenía, hablar con algunos amigos que compartieron conmigo parte de la historia que cuenta el libro. Y con todo ese material me senté a escribir.

–¿Cuál fue la reacción de su círculo cercano con la publicación del libro?

–Me di cuenta conforme escribía que no había ninguna razón para haber postergado ese libro porque en el fondo tampoco desvelaba ningún secreto que pudiera enfadar, molestar a mi familia, fundamentalmente, que es lo que me preocupaba. Lo que sí hubo un par de personas que dejaron de hablarme por el libro. Un par de amigos que aparecen en el libro con un papel muy poco lucido porque yo también aparezco con un papel poco lucido. Y si yo hacía un retrato bastante inclemente de mí no iba, pues, a ponerle paños calientes al retrato de otros. Mi madre, al leer el libro, empezó a bromear. Yo tengo dos hermanas. Y mi madre empezó a bromear diciendo que tenía cuatro hijos: los tres que conocía y otro más que había descubierto en este libro. Pero en buen plan. Fue una sorpresa para gran parte de mi familia. Porque una cosa es que intuyas lo que hace un adolescente, caminos que pueda tomar, y otra cosa es que lo veas escrito, en negro sobre blanco, con la dureza con la que se cuentan los episodios.

–En la novela hay una escena que me conmovió mucho que es cuando el personaje le pide a Dios que le gusten las mujeres. Y está también, justamente, el tema de la religión muy presente, de manera castrante y opresiva…

–Sí, porque al mismo tiempo que muchos gays rezábamos para que nos gustasen las chicas, había muchos chicos que rezaban para que no les gustasen las chicas porque también eso era pecado, la lujuria y el pensar continuamente en el sexo y masturbarse era pecado. La sensación es que es sorprendente que toda esa generación, y nuestros padres, obviamente, y todavía nuestros hijos, aunque bastante menos, toda esa generación, digo, no se hubiese vuelto loca. Porque es verdad que la iglesia tenía el alcance doctrinal suficiente como para hacernos creer en un infierno que estaba poblado justamente de lo que más queríamos o más deseábamos a una determinada edad, sobre todo, que era el sexo, el erotismo, el amor, también, que iba unida al sexo. Cuento, por ejemplo, en El amor del revés una escena que no tiene nada que ver con la homosexualidad, pero sí con ese pánico que nos hacían sentir a los niños con todo lo que tuviera que ver con el sexo. Aquel cura que nos decía que cada vez que nos masturbábamos estábamos asesinando a no sé cuántos seres humanos, que según mis cuentas eran muchos más que todos aquellos que los ejércitos de la Primera Guerra Mundial habían matado. Para un niño es terrible.

–¿Cómo fue el proceso de escritura: suele trazar un mapa previo o va encontrando la estructura en el camino?

–Me hice una cronología en Exel, de los hechos administrativos que habían marcado mi vida, en mis años de estudios, de tal año a tal año. Los años de las casas en las que he vivido. Los novios, amantes o amigos fundamentales en cada período. Y con ese pequeño esquema, muy elemental, me senté a escribir. Y a medida que la escritura avanzaba, algunas cosas de ese esquema cayeron dentro y otras se reveló que no tenían suficiente sustancia para ser incluidas.

luisgé martín en el hotel los delfines. foto: cms.