Su novela anterior, Esta casa vacía, fue considerada por la crítica como una de las mejores del 2017. Marco García Falcón presenta ahora La luz inesperada (Peisa, 2018), una estupenda novela que gira en torno a Bruno, un tipo que ha logrado salir adelante pese a sus dificultades económicas de su infancia y ahora que es un hombre exitoso planea revivir su viaje de promoción a Cancún. Una travesía que lo llevará a un momento traumático de su pasado. A propósito de esta nueva entrega, Marco me cuenta detalles del proceso de escritura.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: Ader Callán

–¿Cómo surge La luz inesperada? ¿Cómo se produce ese primer chispazo creativo?

–Soy profesor, trabajo con jóvenes y me parece que en algún momento, conversando con ellos sobre los viajes de promoción, alguien contó la anécdota de un chico al que le pasó algo, no vamos a decir qué, en su viaje de promoción. Eso me impresionó mucho y me quedó rondando la idea de cuáles serían los efectos en este chico de lo que le pasó en ese viaje. Esa historia germinal quedó como pendiente y se fue enlazando con otros temas, como el de los reencuentros del colegio en los que, por más que uno haya cambiado, “triunfado” o “perdido” en la vida, uno siempre se queda con la imagen que tuvo por aquella época. Por ese lado surgió la historia.

–Uno de los temas de la novela está ligado a lo que podemos entender como reivindicación social. Bruno, el personaje principal, es ahora un hombre muy exitoso, pero en su infancia no lo era a pesar de estudiar en un colegio caro…

–Sí, justamente el perfil que me interesó darle al personaje era el de alguien que abraza el éxito, pero a partir de compensaciones, traumas y carencias. He conocido muchas personas así, que han sido exitosas pero que lo han llegado a ser por negar su pasado. Y también he conocido personas que, además de lo anterior, suelen hacer manifestaciones de poder económico después de que les ha ido “bien”. No voy a decir de quién se trata, pero de los grupos de amigos que he tenido, recibí hace un año una invitación de una persona que cuando la conocí no tenía dinero y ahora era un empresario exitoso, un exportador. Organizó una fiesta de reencuentro en su enorme casa y, como parte de la celebración, iba a sortear un carro entre nosotros. Allí tienes una idea de esta necesidad de compensar o corregir tu pasado. Algunas de estas personas incluso han estudiado en colegios caros y se han sentido mal por estar en un medio al que no pertenecen. Algunos lo superan con cierta facilidad, pero otros se quedan con el trauma de “yo era el pobre de mi colegio”. Viven con marcas que salen a flote en determinadas situaciones. Me interesó mucho construir un personaje que reuniera todas estas carascterísticas.

–Sin spolear la novela, otro tema está ligado a la masculinidad, o a una manera de entender esa masculinidad…

–Mira, sin querer he estado trabajando la figura del escritor siempre y, obviamente, rondando el tema de la masculinidad. Ahora, en este libro hay un conflicto más claro con la masculinidad y la identidad en diversos ámbitos. Son temas que han surgido posteriormente. Digamos que era el material que estaba detrás de la historia que quería contar. Y lo he trabajado en un sentido argumental. Creo que en este libro se habla de problemas de identidad relacionados con la masculinidad. Con el modelo de masculinidad que ahora está en entredicho. Esa idea tan estrecha de la masculidad que hace daño a las mujeres, porque las inferioriza, cosifica y hasta mata, pero también a los propios hombres, porque nos obliga a ser fuertes física y sexualmente, a querer tener el poder, etc, todo lo cual cierra las puertas a las manifestaciones de la intimidad o la vulnerabilidad y exige estar en permanente competencia. Sin duda la mujer se lleva la peor parte en esto, en eso no hay discusión, pero creo que esta historia me llevaba a ver el lado de los hombres. La exigencia de que los hombres tengan que ser duros, dominadores, resueltos, también trae como secuela la construcción de egos frágiles, deblitados, de gente que tiene que ocultar lo que realmente es. Eso está en Bruno.

–La novela se plantea como un ejercicio de memoria del personaje. ¿Cómo fue el proceso de estructurarla de esa manera?

–Con este libro me pasó una cosa curiosa: pensé contarlo de otra manera. Avancé bastante, como unas sesenta páginas. Y me di cuenta de que no entraba al tema directamente, que era lo que quería. Como que había dos historias que hubieran hecho que el texto sea más rico, si quieres, pero que me alejaban de la historia central de Bruno, de su drama particular: esta obsesión que él tiene de volver a la misma situación para tratar de entender ese momento crítico que vivió, o de exorcizarlo, de superarlo. A mí es algo que me pasa, y me pasa con los buenos momentos vividos en algún lugar o situación, que uno tiene miedo de volver y decepcionarse. Pero también si tienes malas experiencias, uno quisiera regresar al mismo punto para enfrentar ese miedo y superarlo. Creo que eso es lo que hace Bruno. Está como encerrado en un momento de su pasado, está como pegado a un solo recuerdo, a una sola circunstancia en su vida, y por eso reconstruye el viaje.

–En la novela, Bruno recuerda algo que le dice su madre, relacionado a eso que mencionas. Algo así como: “vuelve a recorrer tus pasos y encontrarás aquello que has perdido…”

–Sí, Bruno siente que se le ha perdido algo. Y que tiene que retroceder. Y es bien interesante porque algunas personas que ya leyeron el libro me dicen que la historia en realidad es como una especie de máquina del tiempo, una máquina del tiempo malograda. De alguna manera vuelve al pasado, pero nada sale como él esperaba.

–¿Otro tema es el de las apariencias en un mundo como el actual?

–Sí, está el tema de las apariencias en las redes sociales. Primero de las apariencias y, segundo, de cómo nos vamos leyendo. Es un juego un poco perverso en el cual proyectamos una imagen de lo que queremos ser. Tratamos de mostrar una mejor versión de nosotros, una versión calculada o sesgada en todo caso. Pero sin embargo estamos leyendo esa versión como real. Porque la necesitamos para tener ordenado nuestro mundo. Él es así, ella es asá. Y eso es lo que hace Bruno: tener vigilados a sus amigos del colegio a través de las redes, seguirlos de alguna manera. Aunque en el fondo sabe que todo puede ser mentira, como es mentira también su propia declaración de lo que es él.

–Otro tema es el de la relación del protagonista con la clase popular, digamos.

–Es un tema que recojo de Esta casa vacía, la vinculación con el pueblo, vamos a ponerlo así. Es algo que también está en esta novela y creo, sin spolear mucho, que Bruno encuentra paz, en medio de las fisuras de este mundo individualista en el cual ha sido exitoso, al encontrarse con lo popular, que es el mundo de su mamá. Es una preocupación que tengo. Creo que este mundo individualista te lleva a vivir en una serie de engaños, a negarte a ti mismo. Y él tiene el conflicto de ser como el papá, de seguir sus pasos en el camino del poder o el reconocimiento, y de mirar a su mamá de lejos, aunque con respeto obviamente. Pero es justamente en ese mundo de la madre donde encuentra un cobijo, una esperanza para salir adelante en medio del mundo de confusión en el que ha quedado a partir de lo que le sucedió en el primer viaje. Yo creo que, al final de cuentas, esta es la historia de una epifanía.

–Hay pequeñas claves de eso, por ejemplo, en el trato con el taxista que lo recoge en el aeropuerto de Cancún, o la amabilidad con la que trata a la empleada del hotel…

–Exacto. Eso para mí es importante. Y estaba también en Esta casa vacía. Perleche, el protagonista de Esta casa vacía, tiene una conexión con gente a la que ve un poco de lejos pero que al final lo ayuda a no sentirse tan solo.

–Te refieres a los dos niños y su abuela…

–Sí. Cuando Perleche pensaba que estaba solo, ellos estaban allí, pero eran como invisibles, porque eran pobres. Esa es una especie de obsesión que tengo porque creo que estamos interconectados pero no comunicados. El mundo de las redes y en general el modo de vida actual nos lleva a estar en una suerte de gueto mental y físico. Consumes películas y música que te son afines, te relacionas supercialmente con ciertas personas y cosas, muestras la imagen que quieres. No hay comunicación, hay interconexión. Creo que es importante la comunicación verdadera, sobre todo con el otro, con el diferente. Allí es que nos damos cuenta de quiénes somos, en el contraste, en la tensión, y es en ese intercambio que nos sentimos un poco más humanos, más personas.

las dos últimas novelas de marco garcía falcón / foto: peisa.