Siguiendo los derroteros de la ciencia ficción y del relato fantástico, José Güich Rodríguez ha tramado un estupendo libro de cuentos: El sol infante (Emecé Cruz del Sur, 2018). Temas recurrentes, personajes que reaparecen –como el detective Teruel– y tributos a escritores y cineastas del género: la nueva entrega de Pepe parece dialogar con sus demás libros, articulando una especie de universo personal. El Café de la Paz de la calle Tarata, en Miraflores, es el escenario para esta grata charla. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–¿Cómo fue el proceso de elaboración de El sol infante? Uno advierte cierta organicidad en el conjunto…

–He estado meditando sobre ese proceso que origina un libro de cuentos. No hay una sola forma de encarar este proceso. Pero el punto de partida fue el cuento que le da título al libro, “Sol infante”, que es un cuento muy antiguo. Incluso se escribió antes de los cuentos de Control terrestre, mi anterior libro de relatos. Y era, desde el comienzo, un relato planteado como de ciencia ficción con muchos códigos distópicos, con el tema de una especie de dictadura global. Y también una especie de road movie con gente de una resistencia. Y que los propios científicos forman la resistencia. Ese fue el punto de partida. El cuento debe tener más o menos diez años de existencia. Y en este caso ya contaba con un cuento y un título que podía ser el eje de cuentos que se fueron escribiendo en diversas circunstancias en el transcurso del tiempo. Al final los libros alcanzan siempre una extraña organicidad. Al comienzo uno no lo ve muy claro. Pero Carlos López Degregori me hizo ver que había una especie de articulación interna.

–En el cuento “Ofrendas” aparece, o reaparece, tu personaje el detective Teruel…

–Probablemente Teruel siga apareciendo en algunos cuentos, así, fugazmente. Siempre va a estar. Ya es una especie de cábala que aparezca Teruel o familia de Teruel. En Control terrestre aparece como protagonista del cuento “El sembrador”, el padre de Teruel, que es Alberto. Se está armando una especie de genealogía. Acabo de terminar un cuento que aún no se publica y cuyo protagonista es un antepasado de Teruel en la época de la Independencia. ¿Qué voy a hacer con Teruel? Tendrá algún papel futurista en algún momento. Un bisnieto, quizás. Me encantaría continuar con la genealogía. De hecho que ya hay una tercera novela lista. Aún no va a salir, está en la congeladora. El título provisional es El misterio de las piedras secuestradas. Transcurre en el Cusco en los años 20 con un misterio que hay que resolver.

–Además de la presencia de Teruel, otra constante son los tributos a series o películas de género. Por ejemplo, el cuento de la araña gigante, que es un tributo a una serie de películas…

–(Risas) Es un cuento muy travieso, que surge por esas recuperaciones de cosas que uno ha visto de niño, que te impresionó y que luego ves con nostalgia. No porque los trucajes sean malos, porque Jack Arnold, que hizo un buen número de estas películas, era un extraordinario creador de efectos especiales. Pero, claro, no tiene la sofisticación de hoy. “Arabella. Serie B” alude a estas películas que se filmaron en EEUU, entre los 50 y los 60, llamadas serie B porque eran películas de bajo presupuesto. Se usaba poco dinero, pero para producir clásicos inolvidables. En ese cuento homenajeo a Tarántula y a una película que se tradujo como La araña, pero que en realidad la traducción del título original del inglés era La Tierra vs La araña (Earth vs the spider). Eran dos películas que abordan el tema de la araña gigante. Tenían que ver con el imaginario post Hiroshima, y las mutaciones. También es un homenaje a una película que sigo admirando, basada en una novela de un escritor que también admiro, Richard Matheson: El increíble hombre menguante. Esa película no sólo es una película de ciencia ficción para pasar un buen rato. Es una película cuyo final es estremecedor. El hombre se ha reducido a una dimensión subatómica. Pero al final dice: “Aún estoy aquí”. Impresionante. Me estremeció de chico e intuía que allí había algo grandioso. En esa película el personaje combate contra una araña de tamaño normal, pero que para él era gigantesca. Y la termina matando, para sobrevivir. Y lo que me sigue cautivando y conmoviendo de esa película es la soledad, la soledad del hombre.

–La soledad que, además, está muy presente en la obra de Matheson.

–Sí, exacto, la soledad está muy presente en la obra de este gran escritor norteamericano. El personaje se queda solo, su esposa lo ha dado por muerto. No lo ve, no lo puede ver. Asume la esposa, por ciertas condiciones, que él ha muerto. Pero no ha muerto. Triste, la esposa se va de la casa y lo deja. Es una película digna de verse una y otra vez. Y, claro, es un homenaje que le hago a Arnold. Creo que es la mejor película de Arnold y una de las mejores adaptaciones de una historia de Matheson.

–Hace un momento que mencionaste que la ciencia ficción no es sólo entretenimiento, recordé el cuento “Gigante roja a la carta” que propone una reflexión en torno a la ética y la moral…

–En torno a la ética, en torno a la moral, en torno a los límites de la justicia. Hay un dilema, que los mismos periodistas que entrevistan a Clarke. Y es un cuento en donde aprovecho para rendir un homenaje a todos los escritores que admiro y seguiré admirando. Clarke hace alusión al escritor Arthur C. Clarke. Es un tema que me sigue interesando. Es un remanente de mis viejos estudios de derecho. Tú sabes que dejé el derecho para estudiar literatura. Decisión que causó en una época una especie de crisis familiar.

–Para terminar, sobre este cuento: el personaje de Gene Clark me pareció que marca un doble tributo. Por un lado al escritor de ciencia ficción, Arthur C. Clarke, pero, sabiéndote melómano, pensé que también puede ser un tributo a Gene Clark, cantante de The byrds…

–Sí, claro. Y tú también eres un melómano. Es un muy cifrado homenaje, solo para conocedores, al vocalista de The byrds, esa banda norteamericana histórica de los años 60. Los innovadores absolutos, crearon el folk. Así como nada fue igual en Inglaterra después de The beatles, nada fue igual en EEUU después de The byrds. Una banda que sigo escuchando. Y Gene Clark era su vocalista, por supuesto.

josé güich en miraflores. foto: cms.