La poeta Ana Carolina Quiñonez Salpietro –peruana radicada en España– estuvo de paso por Lima para presentar en la FIL Lima 2018 su tercer y más reciente poemario Matacaballos (Paracaídas, 2018). Se trata de un libro que a partir de la figura del caballo despliega una historia sobre la masculinidad y la relación con la figura paterna.   

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Fotos: CMS

–¿Cómo la idea de escribir Matacaballos?

–Tenía la idea de escribir del lado materno de mi familia, inmigrantes calabreses. De hecho escribí dos poemas que eran muy malos. Y un día mi padre me lleva al hipódromo. Mi abuelo paterno, Erasmo Quiñones, fue un preparador importante. Ganó clásicos en Argentina, en Uruguay. Era un hombre con el que tuve una relación más bien áspera. Mientras que con mi abuelo italiano, una relación bastante entrañable. Fuimos al hipódromo, que era una costumbre familiar. Veíamos las carreras y mi padre conversaba con un amigo suyo, preparador de caballos, que también había sido amigo de mi abuelo. Y sucedió una cosa que para mí fue una suerte de epifanía: este preparador tenía un caballo que era el gran favorito. Y este iba con varios cuerpos de distancia. Y llega al final un caballo que se mete por los palos, atropella y al final quedan empates, final de fotografía. Y mi papá le dice al amigo: faltó que tu jinete le meta más brazo. Y me quedó resonando el “meter brazo”, me pareció rarísimo, una nueva sintaxis. Y me di cuenta que allí estaba el libro. Que había un libro sobre ser como un caballo, sobre los hombres del lado paterno, que son los hombres que me han sido en cierto sentido ajenos, pero con los que me he visto reflejada también.

–No es solo un libro sobre caballos…

–No quería que fuera un libro solo sobre la hípica sino sobre las relaciones. Hay toda una relación con lo rural, hay un western.

–El tema del padre está muy presente…

–Sí, hay un tema con el padre. Además, al abrir el libro hay una suerte de declaración de intenciones, que es un texto en prosa. El tema del padre es como el hilo conductor del libro. De hecho, para hacer este libro ha sido muy importante conversar mucho con mi papá, que es una persona de la que he heredado ciertas cosas de mi carácter que me ha costado reconocer. El lado como vehemente. El remolino en la sangre, sé que lo heredé de él. Esta cosa nerviosa, medio pasional, vehemente, la he heredado de él. Para hacer este libro he entrevistado a mi padre. Yo he trabajado de periodista y para hacer el libro conversé mucho con él. Y las secciones del libro van a acompañadas con pequeños textos que son parte del proceso de hacer las entrevistas que le hice. El fue un Virgilio de ese hipódromo de los años 60.

–¿Cómo estructuraste el libro, que tiene tres partes: Calentamiento, Pista de trabajo y Trote?

–Pensaba que sea como un entrenamiento del caballo. En el entrenamiento de este caballo que es entrenado por este matacaballos. Es el proceso de entrenamiento de un caballo que no se deja montar.

–Me recuerda también a la relación que puede ser tirante con los padres quienes pretenden llevar las riendas de las vidas de sus hijos…

–Como la yegua chúcara, ¿no? La que ladea la cabeza, la que nadie da nada. Y en realidad está basado en un caballo real, de mi abuelo, un caballo por el cual nadie daba nada. Porque no lo entrenaban bien. Lo hacían correr en distancias que no eran suyas. Hasta que mi abuelo, que era un tipo muy observador, medio chiflado, pero muy riguroso, muy disciplinado, un hombre que vivía para los caballos, se dio cuenta que no era un caballo velocista sino un fondero. Y eso.

–No encajaba en el otro tipo de carrera…

–En el libro está el tema de no encajar, de sentirse menos. Cuando lo entrevisté a mi padre, que sabía que gran parte de su infancia la pasó en el hipódromo, me llamó la atención que le daba pudor invitar a sus amigos del colegio a su casa, porque su casa era el hipódromo. Y ese contacto que tenía en el hipódromo con los hijos de los trabajadores. En el hipódromo están todas las clases sociales, los dueños de los caballos y los cuidadores. Y el como que no termina de encajar en un colegio de clase media adinerada.

–¿Sueles corregir mucho? ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?

–Lo que me costó más fue encontrar el lenguaje del libro. Quería que los poemas suenen al trote de un caballo, esa era mi intención. Quería que sean narrativos y que suenen al trote de un caballo. Hay algunos poemas que han salido más limpios y otros que no. Pero sí los he ido trabajando. Es el libro que he ido trabajando más. Además, es el libro más conceptual que he escrito. Es el libro al que le he metido más brazo.

ana carolina quiñonez en la fil lima 2018. / foto: cms.