Los pequeños lo adoran. Rubén Silva, conocido editor, poeta y prolífico autor de libros para niños, logra lo que muy pocos: cautivar a una audiencia colmada de inquietos infantes. Ayer, Rubén presentó en la Feria del Libro Ricardo Palma, un nuevo libro: Aurelio (Panamericana editorial, 2018). Ilustrado por Christian Ayuni, Aurelio nos narra la historia de un pequeño cuy a quienes sus amigos –una mona, un tigre, un oso y un jabalí– subestiman por su tamaño.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo surge la historia del cuy Aurelio? ¿Partiste de una imagen particular?

–Siempre las historias son autobiográficas. Uno jamás puede escribir nada que no haya imaginado, soñado, pensado o vivido. Aurelio vino más que por una imagen, por un conjunto de sonidos. Estábamos buscando con unos niños un nombres de animales que tenga todas las vocales. Uno de los niños dijo “murciélago”. Y yo dije: “Aurelio”. “Pero Aurelio no es un animal”, me dijeron. Claro que sí, es un cuy. Entonces les conté que en mi casa había cuyes y que venían de la cocina a la sala, silbando, a pasear buscando comida. Y había uno, con manchas rojas y blancas, que era mi preferido. Ese era mi Aurelio. No me creyeron. Entonces, para que me creyeran escribí este libro. Uno escribe por muchas razones. Bryce decía que para que lo quieran más. Yo escribí para que me crean los niños que tenía un cuy llamado Aurelio.

–La historia gira en torno de los prejuicios. Los amigos de Aurelio, que son animales más grandes que él lo subestiman…

–Es un rasgo muy humano ¿no? Tener prejuicios con los diferentes. Con los que son de otro color, los que tienen los ojos más grandes o más oblicuos, los que tienen pelo rizado o los que no tienen pelo. Siempre hay un prejuicio. Este es un prejuicio de que el cuy no puede jugar al fútbol porque es chiquito. Me acuerdo que cuando era niño y los capitanes escogían a los equipos, siempre se peleaban por mí para el partido de fútbol. Pero se peleaban para que no esté en su equipo. Entonces, Aurelio nace también a partir de esta experiencia.

–La pelota se pierde y es justamente el menos pensado quien logra rescatarla...

–Los adultos no escuchan a los niños. Los grandes no escuchan a los pequeños, porque los grandes siempre creen que pueden hacerlo todo. Esta historia es precisamente sobre un cuy al que no le dejan hacer nada. El más grande patea muy fuerte la pelota y se va por encima del arco y va a parar a un granero, más allá del río. Pasan muchas cosas y siempre Aurelio trata de decir algo: “Amigos, podríamos…”. “Cállate, Aurelio; encima que nos demoras porque tienes las patas cortas”. Eso surge porque no siempre fui grande, era chiquito en la escuela. No siempre fui alto y guapo, fui chiquito y feo. A mí me quitaban mi lonchera, no me hacían caso los grandes. Tuve que huir a otro colegio. Así surge Aurelio.

–Una característica tuya que me parece muy interesante es que además de escribir estas historias para niños, disfrutas del contacto con ellos, cuando vas a los colegios, tanto que has desarrollado una suerte de actividad performática frente a ellos…

–Sabes por qué me gusta eso. Cuando era niño me aburría, sufría mucho en la escuela. Por eso decidí ser profesor, para vengarme de la escuela alguna vez. Y mi forma de vengarme es ir y divertirme en la escuela. Y ahora que lo mencionas es también para curarme a mí mismo. Tanto sufrí en la escuela que ahora voy y quiero que los niños se diviertan. Los autores solían ir a la escuela a sentarse y esperar a que los niños pregunten, generalmente preguntas que les hacen sus maestras. Y eso me aburre y veo que los niños se aburren. Entonces, desarrollé algunas estrategias para no aburrirme. Por eso he llevado talleres de cuentacuentos, en Buenos Aires y aquí en Lima. Incluso, llevé un taller de voz con Rebeca Ralli. Es una extraordinaria maestra. Y algo aprendí de manejar la voz, de pararme en un escenario. Y otra razón, es que los niños te regalan sus historias, como esta de Aurelio, que surge de una conversación con los niños.