Muchos la conocíamos por su faceta de editora literaria, cuando laboraba en una prestigiosa editorial, y como bien señalaba Mariana de Althaus, la noche de la presentación, muchos nos preguntábamos si también escribía. El misterio quedó resuelto: Mayte Mujica ha publicado su primera novela Una ciudad para perderse (Animal de invierno, 2018), y demuestra así no solamente oficio narrativo sino la construcción de una voz particular. La novela hilvana con soltura las historias de dos personajes y dos épocas distintas. Por un lado, la de un joven aprista perdido en Francia, durante el inicio de la Segunda Guerra Mundial; y por el otro, la de la narradora, una mujer que acaba de afrontar su propia guerra íntima –el fin de una relación sentimental–. Conversé con Mayte en un café sanisidrino precisamente sobre este muy auspicioso debut literario. 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cuál es la génesis de Una ciudad para perderse? ¿Partiste de una imagen fuerte o una idea que te sirvió de disparador para escribir la novela?

–Parte de una historia que escuché desde niña y que ha construido un poco nuestra identidad familiar. Y es la historia de mi abuelo, un viejo aprista que fue correo secreto de Haya de la Torre en la época de la clandestinidad y que era de una familia que pertenecía más al Partido Civil. Pero cuando tenía 18 años va a una charla de Haya de la Torre, se impresiona y decide emprender una vida política: afiliarse al partido aprista contra todo lo que podía esperarse de él. De niña siempre escuchaba esas historias y me gustaba mucho conversar con mi abuelo. Me contaba cosas. Era como sentarse a leer un libro de historia vivo. Crecimos con esas ideas de lealtad, de justicia, de lo que él representaba. Mi abuelo falleció hace bastantes años, y hace algunos años fui a Francia de vacaciones. Le pedí a mi papá que me anotara las direcciones donde estuvo mi abuelo cuando fue deportado la primera vez. Fui a buscar la casa y la encontré. Fue muy importante y muy emotivo para mí. Entonces, a partir de esa imagen, que es casi una foto, escribí el primer párrafo sin saber que se iba a convertir en un libro.

–La novela presenta dos hilos narrativos: la historia del abuelo, por un lado, y la de la narradora, por el otro…

–Recién ahora es que puedo elaborar o pensarlo, porque la escritura del libro ha sido muy intuitiva. Las dos historias las empecé a escribir al mismo tiempo y eran como complementarias pero opuestas también. Necesitaba otro peso para que pudieran alimentarse y leerse de una manera orgánica. La historia del chico que está deportado en Francia, y la guerra es la que lo cerca, lo aísla, lo disminuye, lo hace perderse. Y la otra historia es otro tipo de guerra, más interior, más contenida, más subterránea. Creo que se complementaban bien.

–Sí, justamente uno de los aspectos que me han parecido más interesantes es la estructura de la novela, la destreza con la que has enhebrado esos dos hilos narrativos. ¿Tenías un mapa, una estructura definida previo a la escritura o fue surgiendo en el camino?

–La verdad es que no hice un dibujo, nada anterior. Leí la correspondencia, los diarios y los cuadernos de mi abuelo, tomé notas y post-it para señalar las partes que me interesaban. Tomé solo lo que me servía para contar mi historia, el ámbito más doméstico, más íntimo. Tengo el defecto de ser muy estructurada. Y como no contaba con mucho tiempo para sentarme a escribir, en mi cabeza iba acumulando lo que quería decir y una vez que me sentaba recurría a las notas y cosas que había señalado. Y la fui escribiendo así. Luego en las siguientes lecturas he movido algunas cosas, pero en principio salió así, naturalmente.

–Si bien la novela transcurre en varias ciudades, hay varios viajes, me parece que Francia es el lugar clave. La protagonista viaja a París luego de su propia guerra íntima, digamos, y en esa ciudad reconstruye el paso de su abuelo, en plena guerra mundial…

–La historia de la chica ocurre en distintos lugares, pequeños escapes que no funcionan. Pero en ese viaje final que hace sola, que va al país que nació su padre y donde su abuelo vivió y sobrevivió, va ligera, va sola, va limpia. No quería hacer un personaje femenino que fuera una víctima. Y creo que al final, el personaje del libro, por más cosas feas o duras que le pasen, logra tomar una decisión, y ese viaje final que hace es como el comienzo de una nueva vida.

–Últimamente se habla mucho de la autoficción. De hecho, te lo han preguntado en algunas entrevistas. Sin embargo, quisiera ir por otro lado, y tiene que ver con una frase que dice la narradora que “las mejores mentiras parten de algo real”, y que podemos trasladar a una suerte de poética: todas las ficciones o las mejores ficciones parten de algo real…

–Sí, tienes toda la razón. Y en la realidad también hay ficción. Y dónde empieza una y dónde termina la otra ya es difícil de determinar. Y creo que es inútil, ¿no? Creo que el valor de un libro no debe radicar en qué cosa es real o qué cosa es mentira, sino en la historia que pueda ser leída y sentida como otros mundos posibles, como realidades que ocurren allí y que el lector va viviendo a su manera.

–Para terminar, cómo ha sido para ti esta experiencia de publicar tu primera novela…

–La verdad, es una cosa rara para mí. Es mi primera novela. Creo que ni siquiera me considera una escritora, sino una extranjera. A pesar de que conozco muy bien el mundo editorial. Y quizás sea por eso, porque siempre he estado en el otro lado. Y, bueno, sigo escribiendo, pero sin mucha conciencia de por qué o para qué lo hago, ni qué voy a hacer con eso. Simplemente, así como voy al cine, me lavo los dientes o juego en el parque con mis hijos, escribir es una parte de mi vida de la que no podría prescindir.

mayte mujica entre mariana de althaus y johann page, durante la presentación en la librería del fce.
/ foto: cortesía.