Andrea Ortiz de Zevallos radica en Guatemala y estuvo unos días en Lima para presentar su primer libro La mudanza imposible (Literatura Random House, 2018), un afiatado conjunto de relatos en los que resalta –además de sus personajes conflictuados en momentos de cambio– una inusitada fuerza expresiva en lo sugerido más que en lo dicho. Un día después de la presentación, en la vorágine de sus últimas horas en Lima, pudimos encontrar un espacio para una gratísima charla en el apacible Café de la Paz, de la calle Tarata, en Miraflores.   

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–Los siete cuentos que conforman La mudanza imposible tienen ciertas resonancias que me parecen comunes y que tornan el libro en un conjunto orgánico. Pienso, por ejemplo, en los personajes de los relatos, situados en un momento de trance, que salen de un momento complicado, por decirlo menos, pero que aún no prefiguran lo que vendrá después. ¿Fuiste consciente de eso desde el inicio o lo fuiste advirtiendo mientras los ibas escribiendo?

–Creo que tiene que ver tal vez por el momento que estaba pasando en mi vida, de haber tenido procesos distintos de pérdidas o de mudanza, y entonces creo que las historias se me venían como historias distintas, no necesariamente sobre el mismo tema, pero yo terminaba encontrando en los personajes la pérdida. Entonces, lo que creo marcó la unidad ni fue tanto cada historia sino mi mirada sobre lo que estaba pasando con cada una de las historias. Creo que una misma historia siempre la miras desde un lugar afín o un lugar que le encuentras sentido o que te interesa explorar. No ha sido algo consciente y por ello creo que tiene que ver más con la mirada que le estaba imprimiendo en ese momento a casi cualquier cosa.

–¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?

–Hubo cuentos que se quedaron afuera. Hubo cuentos que tuve que reescribir porque eran antiguos, me gustaban las historias, pero no cómo estaban escritos. Creo que ha sido un proceso muy orgánico en el que las historias han ido apareciendo, algunas veces como una imagen que me interesaba desarrollar. Por ejemplo, hay un cuento llamado “Pigmentación”, de una niña que se baña en una piscina. Apareció la imagen y sobre esa imagen escribí. Y sobre el cuento que da título al libro, sí supe el comienzo y el final desde el principio. No fue una imagen la que me impulsó a escribir sino tener la estructura de la historia.

–Hay en el libro una variedad de registro, cuentos en primera o tercera persona, incluso uno en segunda…

–He escrito siempre. Y de hecho, si no he publicado antes es que no encontraba esa unidad de las cosas que escribía. Y de pronto tampoco tenía los recursos para contar las historias que quería contar. Ha sido un trabajo de mucha constancia y de trabajo diario. Pero la parte técnica ha venido según la necesidad de la historia. No tanto querer escribir un libro donde haya primera, segunda, tercera persona, donde haya el punto de vista del niño, anciano. Es cierto que tiene eso, pero creo que lo que ha guiado es la necesidad de la historia, y la intuición, también. Esa historia que está en segunda es una historia que reescribí. Es una historia que estaba contada desde tres puntos de vista. Y era la historia más antigua que no funcionaba. Y en algún momento Jerónimo Pimentel, que es el editor, me dijo: “Esta es la voz”. Y le hice caso y escribí todo el cuento en segunda persona.

–Otro aspecto que me resulta muy interesante es una especie de tendencia a lo sugerido, a lo no dicho, digamos, pero que está presenta incluso con mayor resonancia. ¿Fuiste consciente de eso?

–Creo que he escrito de la manera más inconsciente del mundo. Tiene que ver con el cuento “El reverso”. Puede ser que en ese cuento haya como una poética del libro, que tiene que ver con lo que no es explícito, con lo que no está en el exterior, pero que determina tanto o más que lo que se deja ver. Eso es algo que siempre me ha interesado explorar. No creo que lo haya hecho de una manera tan consciente, pero como mi intención es explorar, es algo que ha salido naturalmente.

–Finalmente, podrías compartir autores que sigues y que han sido quizás referentes para ti como escritora…

–Autores muy distintos. Alice Munro es una cuentista que leo mucho y que tiene esta cosa íntima tan bonita. Clarice Lispector me gusta mucho porque ella sí contrasta todo el tiempo lo exterior con lo interior y casi nunca calza, siempre lo interior se desborda y lo exterior intenta estar bajo control. Scott Fitzgerald es un autor que me impacta por este choque entre el glamour en el que se mueven los personajes con lo quebrados que están interiormente. Son autores que releo y creo que el elegir releerlos significa que de alguna manera elijo que me ayuden a encontrar caminos en lo que escribo.

andrea ortiz de zevallos en miraflores. / foto: cms.