Karina Pacheco reside en Cusco, su ciudad natal, pero suele venir a Lima con cierta frecuencia. Hace unos días estuvo por acá y pudimos tomarnos un café cerca de la librería Communitas, en San Isidro. En esta ocasión, la conversación giró en torno a su nuevo libro de cuentos Lluvia (Seix Barral, 2018), un conjunto de relatos muy bien cincelados que recogen temas y obsesiones que forman parte de su universo narrativo –novelas y cuentos–.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS

–¿Cómo surge Lluvia? Uno al leer los cuentos advierte organicidad en el conjunto…

–Sí. Todos los cuentos han venido después de mi segundo libro de relatos El sendero de los rayos (2013). Algunos los empecé a escribir a fines del 2013, otros el 2014 y 2015. Han sido años de mucha intensidad en mi vida como escritora y también como editora. Entonces, en esos tiempos de necesidad escritural iban surgiendo muchas ideas y las iba desarrollando. Publiqué Las orillas del aire el año pasado y varios cuentos que ya estaban hechos estaban allí, como aguardando. Y este año me puse a investigar para una próxima novela y me di cuenta que tenía esos cuentos que de algún modo dialogaban unos con otros. No sabía bien cómo pero necesitaba escribir algunos nuevos. Y había varias ideas. Historias sobre las perlas, otra sobre la paradoja de aguas que sanan y aguas que matan…

–El tema de la violencia contra la mujer también está presente…

–Claro, las reflexiones en los dos últimos años, en los que la violencia contra la mujer ha sido feroz. Hemos visto hasta qué punto está arraigada la normalidad con la cual se violenta a las mujeres o se encubre y no se habla. Esos elementos externos pero que me han estado tocando profundamente y me han conmocionado, por todo lo que hemos visto. Entonces, tres historias que estaban allí, tomaron forma recién en este año. Las desarrollé y las escribí de un tirón. Las dejé reposar y luego las volví a pulir. Ya con esos cuentos nuevos, vi que había un libro nuevo. Y de esa manera salió Lluvia.

–¿Cómo apareció el título del libro?

–Cuando veía el tema del título me preguntaba qué elemento es común a todos. Y por un lado el tema del agua o el tema de la lluvia como tormenta. Pero no solo como una tormenta de ideas que se expresa en un libro en donde las historias, tiempos y escenarios son muy diversos, sino porque también está la idea de que ha pasado una tormenta de diferentes tipos y en todos los casos los personajes heridos, contusos, muertos o sobrevivientes mirando hacia el horizonte acaban de atravesar la tormenta.

–Entre los cuentos aparecen temas recurrentes en tu narrativa, como el tema social o ambiental, por ejemplo en el cuento “Reyes del bosque”. O el amor, como en el cuento “Cola de mono”…

–Son temas que son de pronto recurrentes porque creo que escribimos de lo que estamos atravesados. Y a veces en la escritura hay un elemento de búsqueda, de imaginación, de creación y de exploración, pero también hay una suerte de conjurar y de desentrañar lo que nos atraviesa. No sé si lo logramos como personas, pero eso aparece siempre fuerte en aquello que creamos. Ese es un sello que está muy presente en las otras novelas. Diferentes temas como qué pasa cuando algo desaparece y que, incluso, se puede expresar con una historia de amor, ¿no? Todo queda como en un limbo, como en una suerte de espiral en donde uno no sabe dónde empezó y dónde termina. Quizás por eso en “Cola de mono” hay ese elemento: crees que has terminado algo, pero quedas en un limbo cuando sencillamente algo desaparece sin un proceso de duelo, de cierre, y la cosa va flotando sin principio ni fin.

–Otro aspecto interesante es que la combinación entre un realismo a veces crudo, incluso, y la presencia de un elemento fantástico, pero no del fantástico tradicional, digamos, sino el propia de nuestra cosmovisión, como la amazónica o la andina.

–Creo que la riqueza de vivir en un país como el Perú es que tenemos muchas narrativas. Está la narrativa más clásica que es la escrita, que tiene una tradición muy rica, pero también tenemos las narrativas orales que beben mucho del mito, de la propia naturaleza. Hay cosas que para ser contadas el lenguaje no basta. Algunos cuentos como “Al final de la lluvia” te cuentan las cosas en clave realista, pero hay elementos de la cosmovisión amazónica que sin ser irreales no parecen irreales. Y que si fueran narrados en un lenguaje más realista perderían ese pisar tierra, en la selva, en el río.

–Además de escritora tienes una faceta de antropóloga. ¿Cómo combinas esas facetas?

–La antropología al igual que la literatura me ha exigido meterme a vivir otras realidades y observarlas quitándote tus anteojos, consciente que tienes un saco de prejuicios. Y entonces, eso, escuchas historias de personas muy diferentes a nosotros, nos da una riqueza y una paleta de colores bien amplia. Cuando escribo literatura esa paleta se ha quedado en el fondo, no necesariamente las historias que me han contado, pero sí las sugerencias que muchas de esas historias dan. Y sí, de algún modo de compatibilizan. Creo que me volví narradora porque sentía que el lenguaje de la academia, que es más riguroso, más clasificatorio, un poco más constreñido a decir cosas que deben ser probables, me significaba un corsé para explorar y decir muchas cosas que veía en la realidad. Temas como el abuso de poder, la violencia política, las desigualdades o la diversidad cultural que me parecen fascinantes como temas en sí, creo que podía expresarlas de manera distinta y mucho más amplia a través de la literatura, sin buscar que hacer academia, obviamente. La literatura es como una casa de ventanas muy abiertas y tú desde cada ventana puedes ver algo distinto.

karina pACHECO junto a andrea cabel y josé carlos agüero en la presentación de lluvia. / foto: cortesía.