A diferencia de otros años, la gira promocional del Premio Alfaguara 2019 no incluyó al Perú (quizás no se pudo concretar por algún imprevisto, quizás fue el Covid). Esta edición del premio, debo confesar, tenía un sabor especial para mí, pues lo había ganado Patricio Pron, un autor al que sigo con mucho interés y entusiasmo desde hace varios años atrás. Desde que llegó a mis manos su novela El comienzo de la primavera. Desde allí he intentado leer todo lo que publicaba y llegaba por estos lares. Así, su frustrado viaje a Lima frustró a su vez mis anhelos de conocerlo y entrevistarlo. Hace unos días, gracias a la internet, nos pusimos de acuerdo para una charla vía mail sobre Mañana tendremos otros nombres, la novela que mereció el premio y que he disfrutado leer en su momento.  

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: Internet

–En Mañana tendremos otros nombres, la anécdota central está sostenida en la ruptura de la relación sentimental de los protagonistas (Él y Ella); sin embargo, me parece que es solo la base sobre la que se despliegan los temas principales del libro. Uno de ellos, me animo a pensarlo como principal, es el amor y la manera de relacionarnos con él en estos tiempos de reinado de lo transitorio –lo que me hizo pensar, mientras leía la novela, en el libro Amor líquido de Bauman–. ¿Cómo surge tu interés en el tema?

–Quería escribir una novela de amor desde hacía algún tiempo porque estaba y estoy convencido de que todo escritor debería intentar escribir una novela de ese tipo en algún momento de su vida. De manera que en los años previos a la escritura del libro había estado leyendo bastantes novelas de amor y/o con el amor como tema: para mi gran sorpresa, casi todas ellas planteaban un tipo de relación amorosa que no se correspondía ni con mi experiencia ni con la de las personas que me rodean. En sustancia, todas ellas tenían de fondo la idea de que sólo es posible un “final feliz”, uno en el que dos personas, por lo general blancas, superan los obstáculos que se derivan de las diferencias de clase y de origen para tener una relación heterosexual, monógama y sostenida en el tiempo cuyo propósito implícito es la reproducción.

Naturalmente, no todas las historias de amor son así, de manera que pensé que tal vez hacía falta una novela que “corrigiera” al menos parcialmente la visión distorsionada del asunto que proyectaban los libros que había leído, que incorporase las aplicaciones y los mecanismos de búsqueda de pareja que yo veía a mi alrededor a cada paso y que no dejase de lado la cuestión de cómo los condicionantes económicos y sociales operan sobre cualquier historia de amor, modificándola.

–Siguiendo con el tema, el de cómo nos relacionamos sentimentalmente, y que tiene que ver, por supuesto con las tecnologías –las redes sociales, por ejemplo–, ambos personajes, tanto Él como Ella, a diferencia del resto de personajes (o del resto de personas reales), se detienen a reflexionar y a cuestionar el tema. Pienso, por ejemplo, en una escena en la que ella, reunida en un restaurante con sus amigas, se pone a meditar en aquello, pero no lo comparte con ellas e, incluso, dice “no era algo que sus amigas desearan escuchar”.

–Por lo general, en literatura se busca que los personajes sean “singulares” para que atraigan la atención del lector, lo cual es bastante lógico. Pero Mañana tendremos otros nombres tiene mucho de ilógico, o, mejor, contraintuitivo. “Él” y “Ella” no son muy distintos a los otros personajes de la novela, pero lo que los distingue de los demás (y de muchos de los lectores de la novela) es que ellos se atreven a pensar en cosas en las que por lo general no se piensa mucho, o que se dan por sentadas: lo hacen para comprender lo que les sucede, pero también con un interés por la naturaleza de la experiencia amorosa en el mundo contemporáneo que creo que también es el nuestro, el de los lectores.

–Otro tema importante, me parece, es el de la masculinidad orientada al juego de seducción. Y cómo éste ha cambiado de reglas de manera radical. Y que incide, por supuesto, en cómo nos relacionamos con las mujeres hoy y evitar así una demanda por acoso, por ejemplo.

–No estoy muy seguro de que el asunto sea evitar una demanda de acoso, sino, más bien, no hacer daño, no ir más allá de lo que el otro quiere o desea y aceptar que el otro es dueño de su cuerpo y de su deseo más allá de cómo se vista o lo que esté haciendo. Mientras escribía la novela pensaba que esto era un sobreentendido y que ya había sido aceptado por todos los integrantes de nuestra sociedad, pero más y más noticias en los últimos meses me han hecho pensar que yo estaba equivocado, y que ese ideal de respeto y aceptación es algo por lo que todavía tenemos que luchar.

–Sin salirnos del todo con las formas de relacionarnos, me parece que también está sobre el tapete el tema laboral. Volvemos a la idea de lo efímero o transitorio, o a la idea de que puede ser efímero y transitorio una experiencia laboral. Al menos eso sentía al leer, por ejemplo, la relación entre Él y su jefa.

–Quienes tenemos la edad que tienen Él y Ella o somos/son más jóvenes sólo hemos conocido la precariedad y la inestabilidad en materia de trabajo: puestos de gran responsabilidad con sueldos irrisorios, pasantías, encargos mal remunerados, etcétera. “Mañana tendremos otros nombres” se pregunta si no era inevitable que la falta de estabilidad y la feroz competencia del mundo laboral acabara “conquistando” el ámbito de las relaciones amorosas, con el resultado de parejas que se rompen a las primeras de cambio, poca “inversión” libidinal en las relaciones, dificultad para la resolución de conflictos, imposibilidad de tener un “proyecto de vida” a raíz del hecho de que cualquiera de los integrantes de la pareja puede verse obligado a marcharse de ciudad o de país para encontrar trabajo… La respuesta está en la novela, por supuesto, pero el tema va más allá de ella.

–Por otro lado, uno de los aspectos que me hizo disfrutar mucho la novela es la construcción de la misma. La narración empieza a desplegarse desde las perspectivas de Él y Ella, intercaladamente. Y ese juego de perspectivas me resulta interesante en la medida en que al avanzar la lectura uno comienza a completar cierta información o a ver la fotografía cada vez más completa, para decirlo de otro modo. Una estructura de relojería, me animaría a decir. ¿Cómo te planteaste la estructura?

–No pensé mucho en ella, pero sí en el hecho de que, por lo general, en las novelas que tratan de los temas de los que trata Mañana tendremos otros nombres, se presenta, o la perspectiva de “ella” o la de “él”. Y sin embargo, ninguna historia está completa si no se cuenta la perspectiva del otro: para comprender una ruptura amorosa, esa doble perspectiva es imprescindible porque nunca hay un “solo” culpable de una ruptura. Todos mis libros tienen estructuras poco utilizadas, a veces muy inestables, así que Mañana tendremos otros nombres no es una excepción a la regla.

–Además, me parece muy lograda la manera como se combina lo narrativo y lo ensayístico (por decirlo de un modo), de una manera orgánica. ¿Pensaste esto al momento de la estructura?

–Sí. Tenía un gran interés en que el libro fuese como una o dos mentes que piensan todo el tiempo en lo que les sucede a sus propietarios. Que el libro contase la historia de amor y de desamor de Él y Ella, pero también la de cómo ambos trataron y finalmente consiguieron salir adelante, aprendiendo de paso algo acerca de sí mismos y del mundo en el que viven: con un poco de suerte, el lector o la lectora de la novela también salen adelante y también aprenden a habitar este mundo tan complejo en el que vivimos, sobre todo en los últimos meses.

mañana tendremos otros nombres (alfaguara, 2019)

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