Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
“Mi alma se precipita por un abismo negro y repugnante que me penetra viscoso por la boca, por los oídos, por la nariz”, reza el epígrafe del peruano Fernando Iwasaki con el que Pilar Quintana, la estupenda escritora colombiana, inicia su recientemente publicada novela Los abismos (Premio Alfaguara, 2021). Quintana maneja espléndidamente los climas y las atmósferas en sus narraciones. En esta novela nos dejamos llevar por aquella sensación de desasosiego que se desprende de la manera con la que la narradora nos va adentrando en su vida familiar.
La narradora es Claudia. No sabemos qué edad tiene –y no importa, en realidad–, lo que sí sabemos es que nos relata aquel tiempo en el que contaba con apenas ocho años y nos sumerge, de esta manera, en la compleja relación que tuvo con su madre, también llamada Claudia. La novela plantea, en ese sentido, dos grandes ejes temáticos –al menos según mi lectura–. Por un lado, la maternidad. No solo representada en la relación de las dos Claudias, madre e hija, sino también en los recuerdos que se brindan sobre la relación de su madre con su abuela. Y, por otro, el tema de la depresión. Su madre es un ser complejo, que se va tornando gris y que parece caminar siempre por la cornisa, en constante coqueteo con sus propios abismos.
La razón de la particularidad psicológica de Claudia-madre la podríamos rastrear en aquel recuerdo en el que, siendo niña, escucha a su progenitora señalar que nunca quiso tener hijos. Así se detonaría en ella esa búsqueda constante de afecto, que quizás fue lo que la hizo entablar un affaire con la pareja sentimental de su cuñada. Lo que a su vez genera todo un clima de tensión en la casa familiar y, sobre todo, en la pequeña narradora que ve con alarmante preocupación cómo se va apagando su madre. No ahondaré en detalles para no caer en demasiados spoilers, pero la pequeña Claudia tendrá que convertirse en cuidadora de su madre. Sobre todo cuando deciden pasar una temporada en una casa en las montañas. Y allí aparecerán los abismos que aterran a la narradora.
Leer Los abismos es dejarse arrastrar por un torrente de melancolía a través de sus páginas, con el alma en vilo, vislumbrando aquellos abismos oscuros que parecen rodear a los personajes. Si la lectura de La perra significó para mí un deslumbramiento –al mismo tiempo que un gratísimo descubrimiento–, Los abismos resulta la inequívoca confirmación del talento de Pilar Quintana, sin lugar a dudas, una de las voces narrativas más sólidas e importantes de la actualidad literaria en lengua española.