Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR
“Eran las seis de la tarde cuando vino Guadalupe a decirme mataron a Paloma”. Así de inquietante inicia Brujas (Alfaguara, 2021), la tercera novela de la escritora mexicana Brenda Lozano. Y si bien aquella primera escena parece plantear un esquema policial (y a pesar de que hacia el final se esgrime una suerte de respuesta de por qué la asesinaron), la novela va, creo yo, por otros derroteros.
La novela plantea dos líneas discursivas que corren paralelas: la vida de dos personajes aparentemente muy distintos entre sí. Por un lado, una chamana llamada Feliciana. Y por el otro, una periodista llamada Zoe. Una vive en una zona rural y la otra es citadina. La autora, además, en un gran acierto narrativo, trabaja las dos voces de manera diferenciada. Ambas en primera persona, claro, pero en registros distintos. Feliciana habla como un torrente, con oraciones que se van alargando casi indefinidamente. Mientras que Zoe usa una escritura más convencional.
A pesar de aquellas diferencias, la narración nos va mostrando, al menos según mi lectura, algunas coincidencias. Quizás la más evidente sea el uso del Lenguaje como algo vital, trascendental. En el caso de Feliciana, el lenguaje tiene que ver con su don de curandera. Y en el caso de Zoe, el lenguaje en la escritura. Aunque no se trata de una novela feminista, per se, creo que otra coincidencia entre ambas mujeres es el enfrentarse a ambientes machistas o dominados por los hombres.
En el caso de Feliciana, es el abuelo Cosme el que de alguna manera legitima su condición de curandero, con su bendición, en una labor de hombres (además de la rivalidad con otro curandero). Y en el caso de Zoe, el ambiente de la redacción de la revista en la que empieza a trabajar como practicante. Al inicio no la aceptan pues no le dan importancia por tratarse de una chica.
Feliciana y Zoe han tenido vidas complicadas. Ambas tienen hermanas que son importantes dentro de la trama. Además de Francisca (que sufre una violación), Feliciana tiene un hermano, Gaspar, quien luego deviene en Paloma, una muxe, como se les llama, y que busca de alguna manera su propia felicidad, siendo consecuente con sus intereses. Lo misma que pasa con Leandra, la díscola hermana de Zoe.
En cuanto a la estructura, como he mencionado, se sostiene en dos voces narrativas. Pero me resulta muy interesante como ambas narran sus vidas, de una manera no lineal, sino yendo hacia adelante o hacia atrás del relato constantemente. Lo que me hizo pensar en algo sobre el tiempo que dice Feliciana. Ella no ve el futuro, pero ve el presente. Y en el presente confluyen el pasado y el futuro.
Si bien, al final sabemos qué pasó con la muerte de Paloma, lo más importante es conocer la travesía vital de estas dos mujeres. Y como se entrecruzan, precisamente, a través del lenguaje, el camino de ambas. Brujas es, en definitiva, una novela estupenda. La podemos encontrar en Lima gracias a ese gran esfuerzo editorial de Penguin Random House llamado el “Mapa de las lenguas” y que permite que un grupo de libros de autores de España y Latinoamérica puedan tener una circulación en todos nuestros países.
PD: Conocía el trabajo de Brenda Lozano apenas por un relato, “Cómo piensan las piedras”, que apareció en el libro que agrupaba a los escritores selecciones del Bogotá 39 del 2018. Tras leer Brujas he empezado a buscar sus dos novelas anteriores.
